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Opinión y Actualidad

El detalle que condena el futuro del agro

El cambio del diseño institucional del INTA es una puerta abierta hacia su irrelevancia y su destrucción.

17/07/2025

Por Luis Rappoport
Para Clarín

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Douglass North, premio Nobel de Economía de 1993 inició el “nuevo  institucionalismo económico”, corriente a la que adhieren Acemoglu, Johnson y Robinson que recibieron el premio Nobel del año pasado.

Ese  enfoque hace eje en las normas (formales e informales) de una sociedad y  en los organismos que se crean en virtud de esas normas. También, del  funcionamiento de los organismos, que a su vez se ordenan (o desordenan)  con sistemas normativos. Su enfoque pone atención en los incentivos que  reciben los actores de la política y de la administración pública.

Así, por ejemplo, Douglas North dice: “… las características del mercado  político son la clave esencial para entender las imperfecciones de los  mercados (…) La clave son los incentivos que enfrenta el político…”.

Esta corriente de pensamiento analiza los comportamientos de los actores políticos y económicos, en virtud de sus incentivos.

Siguiendo  esa línea de razonamiento, el diseño institucional del INTA venía  siendo un rara avis para un país como la Argentina, poco respetuosa de  las instituciones y con políticos que, en buena medida, diseñan las  instituciones para su beneficio o el de sus allegados, o son ignorantes  que ni se imaginan los incentivos que generan.

Son  muchas las originalidades que venía teniendo el INTA, la primera, y más importante, era su autonomía. Con un Consejo Directivo, donde convivían  con autoridades nacionales, representantes del sector productivo y de  las Facultades de Agronomía y Ciencias Veterinarias.

En  el balance, los políticos no tenían mayoría. Otra originalidad era que  había, regularmente, concursos internos para ascender en los cargos de  decisión, y esos cargos no eran permanentes, estaban sometidos a nuevos  ciclos de concursos. Se premiaba el mérito y la formación profesional.

Había  otras originalidades, pero -en honor a Douglass North- me pareció  importante detenerme en esas dos, de carácter institucional. Su  modificación constituye el pequeño detalle que afectará al agro  argentino.

¿Qué incentivos tiene la dirigencia agropecuaria que venía estando en el INTA?: que el agro produzca más y mejor. Adicionalmente, por el marco institucional de la actividad agropecuaria, sus representantes en el INTA estaban sometidos a la vigilancia de sus pares, los productores. Productores que, a su vez, tienen como principal preocupación producir más y mejor. O sea, por su propia conveniencia están alineados con los  intereses de la Nación.

¿Qué incentivos tienen los representantes de las Facultades?: la excelencia científica, basada en la investigación. También están sometidos a la vigilancia de sus pares y, adicionalmente, de los alumnos. Se les complicaría hacer papelones.

Los políticos pueden seguir otra lógica: por ejemplo, llenar el organismo de ñoquis fieles que puedan difundir sus ideas y sus intereses en  relación con el sector agropecuario.

Aunque en minoría, durante el período kirchnerista consiguieron meter un buen número de adictos en el área de extensión para hacer proselitismo entre los productores. Por esa vía afectaron los presupuestos de investigación y experimentación. Pero pudieron presionar al Consejo Directivo hasta un cierto punto, tuvieron límites: no pudieron destruir la esencia de la organización.

Es posible que Federico Sturzenegger sea un buen tipo, y que su jefe, el Presidente, sea incorruptible. Pero ninguno de los dos leyó a Douglass North ni entienden, hasta qué punto, lesionaron el sistema de incentivos con la nueva estructura funcional del INTA.

Probablemente crean -como más de un político- que ellos, con sus buenas intenciones, van a durar eternamente en el poder. Lo cierto es que, como todo el mundo sabe, eso no es así. Y las futuras autoridades de este organismo “desconcentrado” no van a tener los incentivos -y los límites- del INTA de ayer. Desde ya, tienen el incentivo de “defender su nuevo podercito”, y su preocupación puede no ser la de los productores agropecuarios ni la excelencia en la investigación aplicada al agro.

Los futuros funcionarios tendrán un espectro amplio de opciones, quizás  respondiendo a sus intereses políticos o económicos, como los Kirchner.

Obviamente hubo y habrá funcionarios intachables, cuyos incentivos morales estén por encima de cualquier duda. No hace mucho uno de ellos, además de proteger la producción y la investigación incorporó a su agenda la industrialización de la producción primaria, tratando de poner a la Argentina en la primera línea de la bio economía.

Pero  al cambiar los pesos y contrapesos del consejo directivo del INTA, el organismo entra en una zona de azar. Se terminaron las certezas basadas en el diseño institucional del organismo.

Puede haber políticos probos, pero puede haber de los otros, porque sus incentivos institucionales ya no están necesariamente alineados con los  intereses de la producción agropecuaria y, en definitiva, con los intereses del país.

El cambio del diseño institucional del INTA es un detalle, pero no es un “pequeño” detalle: es una puerta abierta hacia su irrelevancia y su destrucción. El orgulloso agro argentino enfrenta el peligro de perder un instrumento clave de su competitividad.

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