El Presidente exhibe su nuevo perfil moderado, con el libreto de Santiago Caputo y una ayudita de su amigo Donald.
Por Carlos M. Reymundo Roberts
Para La Nación
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Después del extraordinario resultado electoral, mejor de lo que ni siquiera me hubiese atrevido a soñar, presento mis respetos y declaro nuevamente mi admiración al señor Presi. ¡Grande, master! Sobre todo, porque ni vos te lo esperabas. Hacías las cuentas, y las volvías a hacer, y siempre lo mismo: rojo fuego. No me gusta hablar de milagro porque sería quitarte méritos. Te me representás más como Dibu Martínez que como Señor de los prodigios. El espíritu vivo de Qatar ondeó en las urnas: lo volviste a hacer. Venís atajando un penal detrás de otro. Colgado del travesaño.
Perdón, eso lo escribí el domingo a la noche, madrugada del lunes, embargado de emoción. Claro, hoy es martes y un poco me bajó la espuma. Y te la quiero bajar, porque con los humos arriba entrás en zona de riesgo. Por eso, seré igual de franco con el consejo que con el elogio: ¡no te agrandés, Chacarita! No le ganaste a nadie. Le ganaste a Cristina, a una tobillera. A la foto de la semana pasada de Massita, Kichi y Grabois, audaz propuesta de humor negro de peronismo al electorado; al recuerdo todavía fresco del Beto Fernández, de cuya existencia se nos pedirá cuenta a los argentinos al final de los tiempos. No es que la gente te adore, Javi; le tiene terror a los K. Si el amor mueve montañas, el miedo las pone a correr. Solo así se explica que alguien tan, tan… Casta Santilli, aun cargando con los restos de Espert, haya dejado al PJ sin su paraíso terrenal, la provincia de Buenos Aires. No te agrandés, Chaca, que la otra mitad del triunfo se la debés a que empezaste a dejar de ser ese que eras.
Quiero decir: dejaste de insultar, de odiar, de hablar como se habla en los prostíbulos. Bien ese traje que te tiraste anteanoche para dirigirte al país desde el bunker. Necesito un jefe de Estado, mandó Santi Caputo, Caputín, en bastidores, y, dócil, volvió a la percha el camperón negro. Qué gran intérprete: la misma destreza para mostrarte como un enajenado, ayer, que como un presidente sensato y acuerdista, hoy. De rockero a violinista, de Rafa Di Zeo a Dalai Lama con la mayor naturalidad del mundo.
Por cierto, buen discurso, eh. Medido, organizado, prudente. Felicitalo por favor de mi parte a Caputín. Decile que le sienta mejor el libretismo que la sedición. Te escribió tres líneas y ya estabas reformateado. Así te queremos, Bro.
Habías llegado para cambiar definitivamente la historia del país, rescatarlo de la ciénaga peronista; a vos, futuro premio Nobel de Economía, al mejor ministro de Economía del mundo y al titán que preside el Banco Central se les complicó el tema, bueno, la economía, la cosa no anduvo –no se pudió, resumiría Kichi–, y entonces fuiste con una mano atrás y otra adelante a suplicar el auxilio de Trump. Siempre está el recurso de ir por oxígeno al Fondo Monetario; como ya en abril habías gastado esa bala, ahora encaraste al dueño de la pelota, al patrón de los patrones, con palabras conmovedoras: “Donald, estoy en el horno. O hacés algo o me cuelgan en la Plaza de Mayo”. Cuánta humildad y templanza para asumir la gravedad de la hora. Cuanto cuiqui. Néstor eligió financiarse en la Venezuela de Chávez; vos, en el Tesoro de Estados Unidos. Javi, digámoslo: el domingo no teníamos dos opciones; con el susto que nos pegamos en septiembre, el voto no fue tanto para que avancen las fuerzas del cielo, sino para que retrocedan las del infierno.
Me parece importante que coincidamos en ese punto. De vuelta: no te la creas. No es tanto lo que hiciste, no son los Caputo, mucho menos los Menem, tampoco Karina, Casta Santilli… Toda esa gente a la que le rendiste homenaje el domingo. OK, sobadita de lomo en público, pero a ponerlos a parir en privado. Gratitud le debés a la Casa Blanca, generosa con los dólares y con el seguimiento de tu localización en tiempo real, para evitar extravíos. ¿El último reconocimiento? A los que fuimos a votar. Nosotros también nos colgamos del travesaño.