Por otro lado, el estrés también puede alterar el tránsito intestinal y provocar estreñimiento o diarrea, lo cual repercute también en la absorción. “Un tránsito acelerado no da tiempo a que se absorban los nutrientes, mientras que uno enlentecido favorece fermentaciones e inflamación y eso, también perjudica la absorción”, señala la médica.
Otro efecto directo del estrés en el aparato digestivo y que también acaba en una absorción deficiente de nutrientes, es la inflamación. El estrés crónico favorece la inflamación y aumenta la permeabilidad intestinal. Lo que conocemos como intestino permeable es que algunas toxinas y fragmentos alimentarios traspasan la barrera intestinal y llegan a la sangre, desencadenando inflamación sistémica, describe la experta.
Además, daña las estructuras intestinales responsables de absorber nutrientes, reduciendo su eficacia, mientras que no podemos pasar por alto cómo el estrés hace estragos en la colonia de microorganismos que habitan en el intestino. Tanto la diversidad como el equilibrio de la microbiota se ven alterados, reduciendo las bacterias beneficiosas y favoreciendo especies proinflamatorias. “Una microbiota alterada produce menos compuestos que nutren y protegen la mucosa intestinal, lo que compromete indirectamente la absorción de nutrientes”, dice Nuevo.
A los procesos mencionados que se producen a causa del estrés, se suma la forma en la que masticamos los alimentos, ya que, lo ideal sería que triturásemos cada bocado lentamente, para que llegue al estómago en condiciones óptimas para su digestión, pero, cuando estamos estresados, solemos modificar la masticación, siendo, la mayoría de las veces mucho más rápida y deficiente.
Una de las consecuencias de ello es que los alimentos llegan menos triturados al estómago, dificultando la acción de las enzimas. Además, comer en estado de estrés aumenta el riesgo de reflujo, hinchazón y digestiones pesadas, lo que repercute en cómo se absorben los nutrientes, advierte la doctora.
La relación entre el estrés y la digestión se presenta como una prueba más de la existencia del eje que une el cerebro y el intestino y para la especialista, la gestión del estrés no es solo una cuestión de salud mental, sino también de salud digestiva y nutricional.
“Una digestión eficiente requiere un sistema nervioso en equilibrio, una microbiota sana y un entorno interno que favorezca la correcta absorción de nutrientes. Aprender a comer sin prisas, gestionar la tensión diaria y cuidar la salud intestinal son pasos clave para optimizar nuestra nutrición”, culmina.