En la Argentina, tanto el Gobierno como la ex presidenta parecen querer establecer un duopolio excluyente entre el “mileismo” y el “kirchnerismo”.
Por Eugenio Díaz-Bonilla
Para Clarín
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La salida de Elon Musk del gobierno de EE.UU. ha tenido múltiples análisis. Acá me centro solamente en un tema que ha recibido menos atención: su llamado a crear un tercer partido en EE.UU., el “Partido Americano.”
La discusión acerca de terceros partidos tiene también relevancia para la Argentina. Aun considerando la reciente decisión de la Corte Suprema de ratificar la condena de la ex presidenta Cristina Fernández (que le impide presentarse como candidata), ella muestra claramente su intención de constituirse en el polo opositor excluyente. Esto es funcional al Gobierno que, si bien no tiene su escenario preferido de enfrentarla directamente, intenta colocarse como el otro polo excluyente.
Empiezo con una anécdota: hace algunos años, en una reunión con colegas en Washington D.C., alguien propuso que cada uno hiciera una predicción política arriesgada. Esto fue un tiempo antes que Donald Trump sorprendiera con el anuncio de su candidatura presidencial en junio de 2015.
Mi respuesta fue que el sistema de dos partidos dominantes de los EE.UU. iba a romperse con el surgimiento de un tercer partido, cuando alguien pudiera atraer al numeroso bloque de votantes de ingresos medios y medios-bajos que no estaban de acuerdo ni con los Republicanos (por su énfasis en un gobierno pequeño con recorte de los programas sociales y las bondades del libre comercio) ni con los Demócratas (por diferencias de visiones alrededor de la familia, patriotismo, y moral tradicional).
Además, a diferencia del internacionalismo de la dirigencia Demócrata y Republicana, estos votantes son aislacionistas en lo económico (la ayuda externa debe orientarse hacia dentro) y en lo militar (EE.UU debe intervenir solamente en casos extremos de amenazas externas, y entonces debe hacerlo con fuerza abrumadora, destrozando completamente esa amenaza y luego “volverse a casa”).
Mi argumento consideraba que, mientras que los más pobres votaban históricamente a los Demócratas, los votantes de ingresos medios y medios-bajos desde los 1970s habían oscilado entre los dos partidos o no votaban. Sin embargo, en la reciente elección, y por primera vez en las votaciones presidenciales, la candidata Demócrata perdió además de las clases medias, aún en los estratos de menores ingresos, mientras que Trump hizo la mejor elección de un Republicano entre los votantes hispanos y aún en la población negra.
En lugar de un tercer partido, diferentes analistas están argumentando que ha tenido lugar un realineamiento electoral de la “clase trabajadora” alrededor de Trump: los Republicanos tradicionales han sido desplazados o se han reconvertido, y los Demócratas habrían perdido ese bloque de votantes en su conjunto, e incluso con una disminución entre votantes de las minorías raciales.
Sin embargo, las políticas actualmente implementadas con sus impactos negativos en diferentes grupos sociales de la coalición que llevó al triunfo republicano, están erosionando significativamente ese apoyo: la ley fiscal y las políticas comerciales golpean especialmente a la población de ingresos bajos y medio-bajos; la política de migración está alienando a muchos votantes hispanos; y hay un feroz debate entre aislacionistas y “halcones internacionalistas” sobre Ucrania, Israel, e Irán.
Está por verse si el ataque a las centrales nucleares de Irán y la tregua militar lograda por el gobierno de EE.UU. es un caso de “golpear con fuerza abrumadora y volverse a casa,” o si simplemente ha mitigado temporariamente un conflicto que seguirá creciendo, con peligro para todo el mundo.
Las encuestas muestran problemas para el gobierno (pero todavía no reflejan el impacto de la cesación de hostilidades): el promedio de Real Clear Politics es -3.6% de aprobación general; -12.8% en la economía; -11.2% en política exterior; y aún -1.6% en inmigración. La pregunta es si va a haber un retorno de esos votantes de ingresos medios y bajos hacia los Demócratas; o si el Partido Republicano consolidará la coalición actual; o si finalmente aparecerá un nuevo partido competitivo.
Volviendo a nuestro país, tanto el Gobierno como la ex Presidenta parecen querer establecer un duopolio excluyente entre el “mileismo” y el “kirchnerismo” (no digo peronismo, porque no está claro qué es ahora ese partido). Sin embargo, una encuesta reciente de Opinaia, mencionada en este diario, mostraba que un 49% respondía, frente a las próximas elecciones, que querían otra opción diferente de Milei y Cristina Fernández. Más allá de las encuestas, también parece claro que, no obstante que se valoriza la baja de la inflación y un mayor orden fiscal, hay dudas sobre la política cambiaria, la falta de reservas, la acumulación de deuda, y el cálculo del déficit cuasi-fiscal; y preocupan seriamente el deterioro social y laboral, y de la calidad institucional.
El Gobierno no debe despreciar estas inquietudes como problemas de “mandriles” y “ñoños.” Por su parte, la ex Presidenta, además de su condena por malversación de fondos públicos, es responsable de buena parte de la caída del ingreso per cápita de Argentina, que aún en 2025 va a terminar aproximadamente un 10% por debajo del máximo de 2011.
De los 29 países a nivel mundial que en 2025 tendrían un ingreso por habitante menor que en 2011, Argentina es el único que no ha sufrido guerras, o desastres climáticos, o problemas exógenos similares. Los que no se sienten conformes con el duopolio político que se quiere imponer quizás pueden considerar la recomendación de Elon Musk, pero aplicada a nuestra Patria.