La ex presidenta cree que no está detenida sino de licencia y provoca e insulta. Los ataques de Milei son cada vez más vulgares. Una funcionaria está acusada de tirar bosta en la casa de Espert: dicen que está presa por mujer y peronista.
Por Silvia Fesquet
Para Clarín
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Si alguien siente que perdió la capacidad de asombro, Argentina es el lugar para recuperarla. Cuando uno piensa que nada puede superar lo visto, oído y vivido, ahí está nuestra realidad cotidiana para desmentirlo. El repertorio es inagotable, e inabarcable.
Como si se tratara de una versión berreta, muy berreta, de alguna performance de Les Luthiers, la directora de Sensibilización y Promoción de Derechos del Ministerio de la Mujer de la provincia de Buenos Aires, Alesia Abaigar, fue detenida acusada de tirar bosta y excrementos en la casa del diputado libertario José Luis Espert, acción acompañada por el despliegue de un cartel que consignaba “Acá está la mierda de Espert”. Por si esto no alcanzara, se detectó que la camioneta usada en el “operativo” estaba en un playón de la municipalidad de Quilmes, a cargo de la camporista Mayra Mendoza, la misma que acaba de tatuarse la “tobillera de la dignidad”, en solidaridad con la de Cristina Kirchner en su prisión domiciliaria.
También militante de La Cámpora, Abaigar posteaba en su Instagram “Nada sin CFK”. Con esa curiosa lectura de la realidad que suelen tener ciertas militancias, otro posteo en las redes convocaba a una conferencia de prensa hoy con la proclama “Libertad para Alesia Abaigar, rehén de Patricia Bullrich, Milei, Arroyo Salgado y José Luis Espert”, para rematar “Presa por mujer y peronista”.
El relato K lo tiñe todo. La “persecución” es por su género y su militancia. Muy, muy parecido a lo que proclaman Cristina y sus adláteres: ella no está condenada y presa por corrupción; ella está detenida, víctima de una persecución que busca proscribirla para evitar su triunfo en las urnas. De paso se comporta como si en vez de arresto domiciliario estuviera gozando de una merecida licencia en su casa.
Esta suerte de juego de la demencia goza de varios cómplices. Como los diputados y senadores peronistas que proclamaron, en abierto desafío a la Justicia, que en virtud de sus fueros no tenían que pedir permiso para visitar a la ex presidenta cuando quisieran en el cuasi santuario de San José 1111. El juez Jorge Gorini calificó de “manifiestamente impertinente” la pretensión de los legisladores. Igualdad ante la ley se la llevaron a marzo.
Pero quizá la máxima de los legisladores, senadores bonaerenses en este caso, y gracias al voto desempate de la vicegobernadora de Kicillof, Verónica Magario, fue la de aprobar la reelección indefinida; los intendentes aspiran a lograr lo mismo.
Aunque falta el debate en Diputados, con lo votado ya alcanza para la indignación: es la Legislatura de Chocolate Rigau, el puntero del PJ que recaudaba con tarjetas de débito de presuntos empleados de la Cámara de Diputados que en realidad no ejercían ninguna actividad allí.
Carlos Kikuchi, ex libertario que armó ahora otro bloque, no vaciló en citar a Churchill a la hora de defender la reelección indefinida. “Si lo hubieran limitado, el mundo hoy sería nazi”, dijo sin ponerse colorado, como si hubiera alguna comparación posible entre aquel estadista y esta Legislatura.
El presidente Javier Milei no se privó de insultar al gobernador Axel Kicillof: “eunuco”, “pelotudo”, “pichón de Stalin” fueron algunos de los epítetos. Lo notable es que sentado y atento estaba el jefe de Gabinete Guillermo Francos, que justificó haberse retirado ofendido del Congreso de la Nación porque una senadora lo llamó “mentiroso”.
La vulgaridad, que es transversal y avanza más rápido que cualquier otra cosa, se reflejó en el último “Che Milei” de Cristina: tildó al Presidente de “boludo”.
Todo muy decadente. Hablando de Churchill, tal vez valga uno de sus consejos: “La imaginación consuela a los hombres de lo que no pueden ser. El humor, de lo que son”.