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Opinión y Actualidad

Crítica de "F1: La película"

Brad Pitt va como un pepino en 'F1: La película', trepidante blockbuster al más puro estilo Jerry Bruckheimer, con todo lo bueno y malo que eso implica.

27/06/2025

Por Ricardo Rosado
Para Fotogramas

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Como ya le ocurrió a Joseph Kosinski con 'Top Gun: Maverick' (2022), lo mejor y lo peor de 'F1: La película' es saberse a los mandos de un nuevo producto de Jerry Bruckheimer. Nada de lo que nos encontramos en el film es nuevo, los personajes tienen el calado de una parada en boxes y las curvas de su argumento pueden adivinarse a kilómetros de distancia, pero que nos adelanten por la derecha si este no es el espectáculo más placentero del verano, toda una exhibición de poderío y ritmo audiovisual, un jolgorio al que apuntarse sin reparos para disfrutar con palomitas en la pantalla más grande posible.

Abrazándose sin rubor a todos los tropos existentes en el cine de competiciones deportivas, el título incluye un novato con talento innato y poca paciencia (Damson Idris), un veterano torturado por su pasado trágico (Brad Pitt), un jefe de equipo que funciona como el traductor emocional de su críptico amigo (Javier Bardem) y hasta un interés amoroso al que son incapaces de introducir en la trama sin que sintamos cierta vergüenza (Kerry Condon). Tan funcionalmente previsible como 'Cars' (John Lasseter, 2006), y tan irresistiblemente contagiosa como 'Speed Racer' (Lilly Wachowski, Lana Wachowski, 2008), 'F1: La película' se apoya en estas probadas estructuras para ofrecernos una escalada al éxito a través de sus espectaculares escenas de acción, una colección de virguerías visuales que reinventa la relación del cine con el asfalto de un modo tan contundente como lo hiciese Ron Howard con la brillante 'Rush' (2013) para enseñarnos que, incluso con sesenta años, Brad Pitt va como un pepino.

Pero esto no es 'Senna' (Asif Kapadia, 2010) y, contaminado por el tono telenovelesco de 'Fórmula 1: La emoción de un Grand Prix' en Netflix, el director aprovecha la ficción para sacar partido a la costosa, compleja y tecnológica producción, dejándose llevar por la fantasía de los estereotipos marca del productor en una película en la que, como viene siendo habitual en todos los blockbuster en los que aparece el español en los últimos años, la felicidad de Bardem en el set es tan palpable que es imposible que no termine invadiendo a los espectadores.