El cine, las películas y las modas. La vocación y su llamado en la adolescencia. El marketing y su poder persuasivo. Los filmes como detonantes en el consumo de las personas.
Por Pablo Argañarás, Lic. en Cine y Televisión
Confieso que a mis dieciséis años a la salida de un cine mi vida cambió para siempre. En la oscuridad de esa noche, mientras caminaba a la casa de mis padres supe lo que quería hacer de mi existencia. Fue un fuego interno, una llamarada que me incendiaba por dentro. Había visto una película, la película que iba a detonar una serie de sucesos y decisiones que hacen que hoy sea quien soy y que esté escribiendo este texto y, que ustedes, generosamente me lean. Sin esa película, hoy esto no estaría sucediendo.
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Era primavera del año 1993, yo cursaba el cuarto año de la escuela secundaria. Mis compañeros estaban fascinados con la música de la nueva película argentina de moda de ese año, "Tango Feroz". Y la verdad, yo no me sentía identificado para nada con las letras de las canciones, ni con la película, que para ese entonces ya la había visto, ni con los personajes que habitaban en ella. Recuerdo que todos copiaban frases y looks de aquel joven Fernán Mirás, y las chicas a aquella bella Cecilia Dopazzo. En mi caso esa película no me hizo mella, fue un gran "ni fú ni fá" para aquel Pablo de 16 años. Los músicos hippies, porteños a rabiar, rocanroleros, nada de eso me parecía cercano. Mis compañeros estaban obnubilados con esta película y todo el marketing de venta de la misma.
En la radio se escuchaban una y otra vez todas las canciones de la banda sonora de "Tango Feroz". En la televisión, todos los programas hablaban de esta película. Los actores una y otra vez hablando lo mismo en todos y cada uno de los programas de aquel entonces.
Llegó un punto que me relajó. Estaba empalagado de tanta moda forzada, sobre todo en Santiago del Estero. De repente, todos querían ser como Tanguito. Recuerdo, con una risa en mi cara ahora, que los changos hasta hablaban imitando el porteño y repetían frases de la película. Ya rozaba lo ridículo. Changuitos santiagueños queriendo ser como un personaje de una película porteña. Rockeros de facha nomás, porque lo único que sabían tocar era la flauta dulce y los "toc toc" que la Profe "Quita" nos enseñaba en las clases de música en el San José. Rockeros que tomaban mate cocido con tortilla, chipaco y moroncito. Eran un chiste malo sinceramente. Totalmente ridículos.
Ese año recuerdo claramente se estaba por estrenar otro film. "Gatica el mono", de Leonardo Favio. A éste último lo conocía pero como cantante, por la radio y mi mama escuchando su clásico "Ella ya me olvidó". Pero me dije, no, no debe ser este tipo que canta el director de la película, debe ser otro Favio y yo estoy confundido. Era una película argentina, una de boxeo. Yo desde niño era fanático del box. Con mi padre y un amigo suyo, Edgardo, nos juntábamos los sábados a la noche para ver todas las peleas de "Maravilla" Hagler y de Tyson luego. Desde allí que me gustaba el pugilismo. Y otro tanto por "Rocky". Recuerdo que Papá Noel nos trajo una Noche Buena unos guantes de box a mi hermano Huguito y a mí. A la media hora estábamos todos con moretones y ojos en compota. Mala idea tuvo Papá Noel ese año. A los 45 minutos mi madre le pidió a mi papá que hiciera desaparecer esos guantes porque estábamos hecho una desgracia según recuerdo sus palabras. Me acuerdo la cara de mi hermano de satisfacción y de goce mirándome con una sonrisa, con el ojo hinchado y la nariz sangrando de la paliza que nos habíamos dado con aquellos guantes de Papá Noel.
Por todo esto, amaba el boxeo, y entonces fuimos con unos amigos a ver aquella noche del ´93 "Gatica el mono". Ellos se durmieron a mitad de película. Salimos del Cine Centro. Caminamos de vuelta a nuestras casas y ellos me gastaban por haberlos llevado a ver semejante película aburrida. Yo estaba en éxtasis, y desde esa noche para mis adentros supe que yo quería hacer películas. Desde aquel suceso a mis 16 años, supe que Favio aparte de cantante era director de cine. Que yo intentaría hacer algo similar a aquella película. Supe que sobre gustos no hay nada escrito. Que lo que puede ser un bodrio para muchos, puede ser una maravilla para alguien. Y supe también que llegar a convertirme en director de cine iba ser la elección más importante de toda mi vida.