Integrantes del grupo San Expedito avanzan hacia Catamarca junto a peregrinos de todo el país y del exterior. Entre ellos, Michelle, una joven canadiense que se sumó para pedir por la salud de su padre.
Cientos de santiagueños ya emprendieron la tradicional “Ruta de la Fe” rumbo a San Fernando del Valle de Catamarca para venerar a la Virgen del Valle, en la antesala de las fiestas marianas. Entre ellos se encuentra un grupo de 35 peregrinos pertenecientes al grupo San Expedito, quienes, antes de descansar en Santa Catalina, compartieron sus sensaciones cargadas de emoción, cansancio y gratitud.
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La devoción por la Virgen del Valle trasciende fronteras. A la caminata se sumaron peregrinos que llegaron desde Fernández, así como devotos de Córdoba, Buenos Aires e incluso de Canadá, como el caso de Michelle, una joven que decidió unir su fe a la travesía para pedir por la salud de su padre.
“Mi experiencia de unirme a este grupo fue increíble”, contó Michelle, emocionada. Relató que no conocía a nadie, que encontró el número de Lorenzo —uno de los referentes del grupo— y rápidamente fue recibida con los brazos abiertos:
“Yo me vine de Buenos Aires para acá y me vine a la casa de Lorenzo, y de ahí partimos todos juntos. Cada uno tiene su paso, pero en cada tramo hay una comunidad que te ayuda. Siempre están mirando si uno tiene ampollas o si necesita agua. Para mí, la experiencia fue increíble”.
La joven explicó que nunca había caminado una distancia tan extensa y que, meses atrás, conoció a alguien que le habló de la peregrinación. Desde ese momento, sintió que “este año lo tenía que hacer”:
“Sabía que me iban a salir ampollas, que iba a caminar bajo el sol, toda roja como un tomate, pero quería llegar y hacer la expedición. Así que acá estoy”.
Michelle también contó que su familia al principio se mostró sorprendida, pero luego entendió el motivo que la impulsaba a peregrinar. Hoy la acompañan a la distancia, siguiendo cada tramo por mensajes.
Sobre su petición para la Virgen del Valle, fue clara:
“Pido por la salud de mi papá, que tiene cáncer hace dos años. Eso es lo que vengo pensando desde que empecé, y eso es lo que le voy a pedir”.
Mientras continúa la marcha hacia Catamarca, los peregrinos coinciden en que no hay cansancio que supere la fuerza de la fe. La devoción, la solidaridad entre caminantes y el impulso espiritual hacen de la Ruta de la Fe una experiencia profundamente humana, que año tras año une a devotos de todo el país y del mundo.