Dirigido por el austero Scott Cooper, este drama relata el proceso de creación de "Nebraska", un capítulo íntimo del artista para escucharse de noche, en soledad, puede que incluso conduciendo, camino de ninguna parte. dirigido por el austero Scott Cooper.
Por Antonio Trashorras
Para Fotogramas
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Esto no va de encadenar temazos e hitos vitales, de salivar de nostalgia y rendición al mito. No es 'Bohemian Rhapsody', ni lo pretende. Olviden el concepto biopic. No sucesión de éxitos salpicados de 'momentazos que hacen llorar', no fans con encendedores, no 'Born in the U.S.A. ni rock' sudoroso que exalta el abrazo multitudinario. Sí una habitación en sombras, una guitarra astrosa y un equipito de cuatro pistas. Y lo mejor radica en sentir ese rechinar emocional que empujó a Springsteen a grabar 'Nebraska' como primera pausa interior de su carrera. En vez de flashazos de masas, himnos coreados y estadios llenos (aunque alguno hay, claro), lo que aquí hallamos es un capítulo íntimo, ascético –como el disco al que el film rinde culto– en el itinerario de alguien que un día se convertirá en estrella rutilante; un fragmento aparentemente diminuto pero, a la postre, más que relevante en el conjunto de una trayectoria repleta de momentos álgidos; un pequeño paréntesis que sirve para repensar la estridencia de una leyenda dentro de la cual, a veces, solo encontramos frenesí sonoro, vocerío y ansia por prevalecer.
A la película no le importa la carrocería del mito: entra en el taller y agarra las herramientas con las manos desnudas para mostrar el motor de la creación en su estado más primario. Y ahí emerge un artista que siente que no le queda otra que retroceder hacia dentro cuando el mundo lo que le pide es neón y fuegos artificiales. Ahí quizá también haya cierta declaración de intenciones por parte de un cineasta como Scott Cooper ya curtido en la austeridad. O solo me lo estoy imaginando. El caso es que 'Deliver Me from Nowhere' resuelve casi todo sin fanfarria: con un psicologismo contenido, a ratos seco, en el que el dolor forja canciones y la música exhuma el dolor. Puede que algunos se aburran un poco, pero conviene recordar que 'Nebraska' no era un disco para bailar. Nació para escucharse de noche, en soledad, puede que incluso conduciendo, camino de ninguna parte.