La película de intriga y bucles temporales de solo 95 minutos que tardará mucho en olvidarse.
Por Mariona Borrull
Para Fotogramas
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Es esta la perfecta adaptación de las mecánicas de 'Exit 8' a las dinámicas propias del cine. La dramaturgia de Genki Kawamura, sobre este macabro juego de las diferencias ambientado en un anodino transbordo de metro, mantiene la picardía de su referente original al invitarnos a adivinar dónde y cuándo surgirá una nueva anomalía, ya sea abriendo todos sus planos en grandes angulares, entregándonos unos segundos para la duda traicionera o apuntando discretamente a señales que su Hombre Perdido (un solvente Kazunari Ninomiya) pasa por alto. La pantalla anima a participar.
Kawamura también adereza el bucle interactivo desde lo argumental (relacionando sin tapujos el conflicto físico del protagonista desorientado con la paternidad) y desde la disonancia puramente expresiva, con pasajes pesadillescos y algún jumpscare eficaz. No eran necesarios: la fluidez con la que la cámara de Keisuke Imamura se desplaza por las baldosas perfectamente contorneadas en negro del diseñador de producción Ryo Sugimoto, es ya motivo imberbe de inquietud. Tardaremos en olvidar esta monstruosa trituradora de humanidad.