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Opinión y Actualidad

Crítica de "Esa cosa con alas"

La batalla de Benedict Cumberbatch contra el cuervo más negro, sutil como un puñetazo en el estómago, que recuerda que la depresión y la desesperanza suelen llegar así, sin ruido, pero con violencia.

13/10/2025

Por Ricardo Rosado
Para Fotogramas

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Cuando una película parte de un material tan personal e íntimo como 'El duelo es esa cosa con alas', de Max Porter, el riesgo de quedarse en lo ornamental o caer en la pomposidad mística es evidente. Pero 'Esa cosa con alas', primer largometraje de ficción del británico Dylan Southern, consigue sortear esos escollos y, al simplificar el relato, mantenerse fiel al propósito del autor, decidido a adentrarse en la desesperación de un duelo infranqueable.

Benedict Cumberbatch encarna a un padre de familia que ha perdido repentinamente a su esposa. Trata de mantener cierto equilibrio en el hogar con sus dos hijos pequeños, pero el dolor, implacable y silencioso, se infiltra en su vida y toma la forma de un elegante y tétrico cuervo. La frontera entre el desconsuelo y la amenaza sobrenatural se difumina, exigiendo al espectador entrar en su juego —y aceptarlo— para que el conjunto funcione.

Su paso por el Festival de Sitges subraya la apuesta por el tono fantástico de esta dura historia que no trata de disimular su explícita metáfora. Aceptada su tosca entidad, el "ave de otro lugar" puede llevarnos a la catarsis con su poderosa presencia visual y sonora. Sutil como un puñetazo en el estómago, la depresión y la desesperanza suelen llegar así, sin ruido, pero con violencia.

La mirada, los silencios y el agotamiento de un entregado Cumberbatch sostienen un metraje que gana cuando la pesadilla se apodera de una obra que, por otro lado, no ofrece una visión precisamente novedosa de su tesis. Entre ecos y plumas negras, su subrayado constante resta densidad y complica la experiencia al espectador menos receptivo. Sin embargo, serán estas recaídas y reiteraciones las que terminen de abrazar a los convencidos, todos aquellos que, embelesados ante la trágica hermosura de la angustia, disfrutan de los conjuros góticos sin hacerle ascos a los agradecidos claros entre las nubes.