La Casa Rosada celebró el reslado del presidente de Estados Unidos con el desahogo de un gol en el último minuto.
Por Francisco Olivera, en diario La Nación
El tenor y el tono del respaldo de la Casa Blanca al gobierno de Milei sorprendieron incluso a los funcionarios que habían trabajado para conseguirlo. No lo esperaban en esa magnitud. El domingo a la noche, lo único que sabían era que habría una declaración positiva del Departamento del Tesoro. Eso ya representaba cierto alivio, porque la jugada había estado a punto de fracasar el sábado, cuando trascendió que se cerraría un acuerdo por 30.000 millones de dólares. Exactamente lo que el Gobierno estaba pidiendo. Por eso tanta euforia el lunes, al leer el tuit de Scott Bessent.
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Es el estilo de Trump. Y su convicción geopolítica: la Argentina integra, con El Salvador, el par de aliados incondicionales de Estados Unidos en la región. Una cuestión de contexto y momento histórico: en el Gobierno admiten que, si Lula hubiera tenido alineamiento con Washington, probablemente habría ocurrido otra cosa. Pero fue esa concatenación de hechos y elementos fortuitos lo que generó lo que en la Casa Rosada se celebró con el desahogo de un gol en el último minuto.
Un día antes, en la oposición se preparaban para un escenario muy distinto. Desde el Instituto Patria, por ejemplo, trascendieron proyecciones con detalle. Renuncia del ministro de Economía, riesgo país arriba de 1200 puntos, devaluación, gobierno de transición y de consenso y un plan económico nuevo, diametralmente opuesto al actual. Inflación alta, cierre de importaciones y defensa de sectores sensibles que incluían, por ejemplo, un reimpulso del régimen de Tierra del Fuego. Hay incluso un grupo de jóvenes trabajando para una empresa de envíos a través del Correo Argentino. “Una Mercado Libre Nac & Pop”, definió un kirchnerista.
Todo eso apagó el gesto de Trump. Al que se llegó mediante contactos que el ministro de Economía había empezado aquel jueves de corrida cambiaria a la tarde con el Departamento del Tesoro. Caputo tiene una buena relación personal con Bessent. La posibilidad de un swap, negada sistemáticamente por el Palacio de Hacienda en estos meses, venía en realidad latente desde la última visita del republicano a la Argentina. Aquel jueves, alguien le preguntó a Milei si convenía defender el techo de la banda, como venía haciendo, y el Presidente contestó que sí, que el tema estaba hablado con Bessent y con el FMI. Esa misma noche, en una declaración que en el mercado juzgaron desafortunada, Caputo insistió en que se vendería “hasta el último dólar” con ese objetivo. Y ayer, para evitar operaciones entre el oficial y el contado con liquidación, el Banco Central reinstaló una restricción que había removido del cepo. ¿Por sugerencia de Bessent? ¿El secretario del Tesoro cambió el plan original?
Esa letra chica es un misterio. Habría que constatarla también en el Departamento de Estado, el ala con que el Gobierno negoció en simultáneo durante el fin de semana. Una vía no institucional que recorre otro Caputo, Santiago, mediante su relación con dos lobistas de acceso al Partido Republicano: Leonardo Scatturice, empresario contratista del Estado argentino, y Barry Bennet, asesor de Trump. Todo salió bien, pero casi se frustra el sábado a la noche, cuando Román Lejtman publicó que la Argentina trabajaba en un respaldo de 30.000 millones de dólares y desencadenó el malhumor del staff de Bessent. “Esto lo pone en riesgo”, llegaron a escuchar los negociadores.
El desenlace aleja el miedo a la corrida y vuelve a poner a Milei frente a un escollo previo al 7 de septiembre: convencer a los votantes de que vale la pena el esfuerzo y no volver atrás. Hasta la semana pasada, los sondeos propios no eran favorables: La Libertad Avanza estaba un punto por debajo del peronismo en intención de voto en todo el país. Tonificado y con un equipo económico que ha recuperado la confianza, el Gobierno espera ahora revertir la tendencia. Mirando a quienes la mesa de campaña llama “núcleo blando”: el segmento que votó en el balotaje a Milei y que no fue a las urnas en la última elección bonaerense.
No es fácil. Necesita volver a mostrarles una perspectiva de futuro pese a que la realidad pueda no estar acompañándolos o a que los éxitos del programa, como la baja en la inflación, el orden en la calle o haber sacado de la pobreza a 4,5 millones de personas desde 2023, sean ya parte del paisaje social asumido. Por eso era tan dañina la corrida, que deterioraba el presente y la expectativa, y de ahí el regreso de restricciones para operar.
La gran incógnita es, con todo, de qué modo regresaron Milei y Caputo del viaje. ¿Con ánimo de revisar errores? En el equipo de campaña no gustó el acto inaugural que se hizo en Córdoba hace dos viernes. Se discutió en la reunión del lunes por la tarde, cuando desde el sector que encabeza Santiago Caputo hicieron alguna observación. Conclusiones de focus group: Milei puede todavía sostenerse sobre su imagen de outsider y con capacidad para resolver los problemas heredados del kirchnerismo, pero no así su entorno. La consideración es sensible porque da en el centro de la interna con Karina Milei y los Menem. “Tiene que subir solo al escenario”. ¿Consejo genuino o capcioso? Los implicados se sienten cuestionados. ¿La sugerencia es que Karina no aparezca? ¿Qué líder de envergadura desplaza a su mejor colaborador porque la oposición lo ha acusado de corrupción? ¿Tiene sentido ese cuestionamiento, razonan, en un país en el que Cristina Kirchner mantiene todavía adhesiones? No todo el gabinete es siempre tan tajante. Patricia Bullrich, por ejemplo, viene diciendo que es necesario el diálogo, pero evaluó en esas reuniones que el acto de Córdoba había sido bastante mejor que el de Moreno. “Más espontáneo y sin tanto aparato”, la oyeron decir.
De todos modos, hay funcionarios que admiten que el Gobierno debe aplicar reformulaciones. No solo en el discurso, sino acaso en la política cambiaria y, principalmente, en la forma de relacionarse con la oposición y el establishment. Algunos gestos de esta semana parecían ir en esa dirección. Se tomó nota, por ejemplo, del malestar de los productores agropecuarios luego del cierre del cupo para liquidar con cero retenciones. Aunque en público no se admita. Juan Pazo, jefe de la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA), dijo que el más beneficiado por esa medida que había permitido “ganar previsibilidad” debía ser el campo, pero se ocupó personalmente de atenuar la bronca del sector. Él y Agustín Rojo, subdirector general de Recaudación del organismo, se reunieron anteayer al mediodía con cerealeras en el Banco Central. Querían saber cómo habían sido las operaciones y, principalmente, qué harán las empresas: la ventana para declarar las liquidaciones cerró esta semana, pero tienen hasta un año para comprarles esa mercadería a los productores. ¿Lo harán con el descuento de la retención repuesta? Lo que pasó el lunes y el martes enfureció al 100% de los chacareros: los pocos que entraron no recibieron ni la mitad del precio que correspondía. ¿Seguirá así? En campaña, la micro importa.
La posibilidad de un Milei más dialoguista entusiasma también a otros empresarios. Por ejemplo, al Grupo de los Seis, que se reunió el miércoles por la mañana y acordó pedirle al Presidente un encuentro para después de las elecciones. Están a favor del Gobierno incluso quienes pertenecen a sectores castigados por decisiones oficiales. Gustavo Weiss, por ejemplo, de la Cámara Argentina de la Construcción. Hay postulados elementales, como el equilibrio fiscal o la caída en la inflación, que tienen consenso entre todos. ¿Aceptará Milei? Nadie lo sabe. En la Unión Industrial Argentina, otra de las entidades afectadas, molestan a veces las negativas fundadas en el carácter personal del Presidente. “Javier es Javier”, escuchan, y se ofuscan, porque consideran un deber de todo líder adaptarse a los cambios. Parte de esa discusión se libra también en la Casa Rosada. Dicen, por ejemplo, que a Karina no le gustó leer notas periodísticas que incluían la “gobernabilidad” entre las exigencias de Estados Unidos y que se encargó de hacerlo saber. ¿Trabajará, sin embargo, para lograrla? De su lado tiene a Guillermo Francos, el funcionario más valorado por la oposición. Son enigmas que empezarán a despejarse el 27 de octubre. Lo que queda hasta entonces será escabroso: la Argentina se juega el futuro entero cada vez que va a las urnas.