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Opinión y Actualidad

Cómo salir de la polarización tóxica

La oposición Estado o Mercado representa una regresión al pasado.

22/09/2025

Por Liliana de Riz, en diario Clarín
Confucio ya decía que un gobierno puede prescindir de las armas y hasta de la comida, al fin y al cabo todo el mundo tiene que morir más tarde o más temprano, pero sin la confianza del pueblo, ningún gobierno puede mantenerse (Analectas,12,7).

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El Indice de Confianza en el gobierno del la Universidad Di Tella registró una caída importante en julio y agosto pasados. Los resultados de las elecciones en la provincia de Buenos Aires-nacionalizadas con el lema “Nunca más al kirchnerismo”- derrumbaron la expectativa triunfalista del Gobierno. El Conurbano no lo eligió a pesar de la baja de la inflación y el aumento de la AUH; prefirió la “nueva canción” de Kicillof, vicario de madrina desprestigiada, diría Ignacio Zuleta.

La pobreza se redujo, pero no alcanzó para despertar la confianza en que el día de mañana llegará y todos tendrán la oportunidad de un salario digno y de una mejora en las condiciones de su vida.

Aunque son elecciones singulares, un mal augurio para las elecciones legislativas de octubre pone en duda la posibilidad de llevar a cabo la agenda de reformas necesarias, espanta inversores y desata la carrera por el bien más escaso, el dólar. Si a ello se agrega el revés sufrido en la Congreso con el rechazo a los vetos del presidente, la situación se vuelve crítica.

La Argentina de siempre emergió: peronistas y no peronistas. En las elecciones recientes, entre los no peronistas no hubo otra alternativa que votar al mileísmo o abstenerse. Aparecieron entonces los nuevos huérfanos de la política, los ex votantes de Juntos por el Cambio que votaron a Milei en el ballotage y ahora prefirieron abstenerse porque no aceptaron ni su forma de gestionar el ansiado cambio ni sus modales.

Con su agudeza para analizar los cambios en la sociedad, Luciano Román llama la atención sobre la oportunidad que hoy se abre a terceras fuerzas de centro que escapen a la polarización tóxica en la que estamos atrapados. No se trata de “no Kukas que votan Kukas” como lo expresa el Presidente en su jerga despectiva.

Esos “no Kukas” optaron por el ausentismo. Está vacante el espacio que atraiga a peronistas, radicales y desplazados del Pro tras la fusión con la LLA que los vistió de violeta. Conservadores de una derecha que no es la derecha radical de Milei y pueblan tanto al peronismo como al radicalismo y socialdemócratas que habitan el radicalismo.

De la responsabilidad de los dirigentes dependerá que se concrete una tercera fuerza política. Brasil tuvo la feliz coincidencia de un líder más a la izquierda de la derecha-Fernando Henrique Cardoso- y un líder más a la derecha de la izquierda-Lula. Nosotros aún no.

En las columnas de este diario hemos escrito que la audacia no alcanza, que en este contexto de polarización habrá que enhebrar una coalición de moderados que asegure que la alternancia no será la regresión al pasado sino la continuidad de un nuevo patrón productivo en una sociedad más justa y más libre para todos.

La oposición Estado/ Mercado que encarnan Kiciloff y Milei es una regresión al pasado cuando apenas salíamos del dilema dictadura o democracia. Mucha agua corrió bajo el puente desde entonces y hoy parece sensato imaginar que una buena parte de esta sociedad anhela tanto estado y tanto mercado como sea necesario para salir del pozo en que nos hundimos, para tener derecho a un futuro que no sea pura amenaza y a una sociedad menos desigual.

Si desde Tony Blair la categoría del político fue denostada como retorno al pasado de fracasos, hoy parece que se abre la oportunidad de reivindicarla. La antipolítica nos trajo iluminados que como San Jorge creen que podrán vencer solos al dragón, que fuerzas del cielo los protegen y que pueden por lo tanto, hacer lo que quieran. Aspirantes a emperadores en Europa, en Estados Unidos y en nuestra región, democracias devenidas en autocracias electivas.

La política tendrá que alumbrar los consensos entre peronistas y radicales para reaccionar ante la ultraderecha mileísta y el falso progresismo que hipotecó el futuro de todos. De eso depende el futuro de nuestra democracia.

La Argentina ha sido estable en su inestabilidad. Pese a los descalabros en la economía, la democracia persiste, la alternancia funciona, la crisis del 2001 se resolvió en el marco de las instituciones y un gobierno de signo no peronista terminó su mandato, cosa que no ocurría desde 1928.

El presidente Milei tendrá que gobernar anudando consensos; la estrategia de “triángulo de hierro”, negociaciones individuales y vetos cruzados que fuera exitosa en su primer año de gobierno, no va más. No sabemos si lo hará ni cómo, pero un escenario a tres bandas es una posibilidad abierta que depende de la lucidez de liderazgos políticos capaces de encarnar a una fuerza de centro que nos saque de este contexto de polarización. Ya lo probamos con la emergencia del Frepaso.

Las alianzas entre peronistas y radicales no son una utopía ni están destinadas al fracaso. Sabido es que en política, cuando se espera lo inevitable puede ocurrir lo imprevisible. Lo cierto es que no hay lugar para los bárbaros que quieren regresar a usufructuar del poder derrocando presidentes ni para los bárbaros que quieren gobernar a golpe de motosierras y humillando adversarios.

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