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Opinión y Actualidad

Las debilidades de EE.UU. en su "campaña militar" por el sur del Caribe

El poderío militar que está siendo desplegado por EE.UU. en el Caribe sur implica una avanzada bélica inédita contra un país de la región durante todo este siglo.

Hoy 07:17

Por Ociel Alí López
Para RT

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El presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha denunciado que 1.200 misiles y un submarino nuclear están apuntando hacia el país suramericano, lo que representa una escalada en una zona que se ha mantenido pacífica durante largo tiempo.

El martes, el presidente de EE.UU., Donald Trump, mostró por medio de un video cómo era bombardeada una pequeña embarcación  —"peñero", en el argot de los pescadores artesanales— que supuestamente contenía droga proveniente de Venezuela. No era un "barco", como se anunció al principio.

Ante ese hecho, el ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino, planteó sus dudas sobre la proporción del operativo antinarcóticos frente a los resultados: "Me parece tan absurdo que ellos estén anunciando un despliegue con destructores contra el narcotráfico, eso es como que yo  agarre la artillería estratégica mía, que tiene cohetes, granadas, obuses y todo, para matar o aniquilar a una banda robacarros de ocho personas".

De  momento, este primer ataque desvela la forma arbitraria en que EE.UU. pretende actuar en el Caribe y del poder de fuego superlativo que podría utilizar. Sin embargo, el despliegue enfrenta puntos débiles que podrían socavar la operatividad al mediano y largo plazo, de la flota y  de la ofensiva militar planteada. En mi criterio, hay al menos cuatro.

1) América Latina "izquierdizada"

La primera de estas debilidades se relaciona con el poco apoyo con que cuenta la avanzada de EE.UU. en el Caribe sur, debido a los cambios de  postura política de varios de los gobiernos de América Latina. El viraje  es más evidente si se compara con el escenario de la región en 2019.

En aquel momento estaba constituido el Grupo de Lima —que era una asociación de más de 15 gobiernos, en su mayoría de derecha y alineados a Washington—, que se reunían constantemente para coordinar acciones en contra del gobierno de Venezuela y preparar las condiciones para una eventual intervención de EE.UU. Hoy, el cónclave está extinto por la  llegada de gobiernos progresistas a los países que lo constituían.

Por  su parte, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), que entonces se encontraba prácticamente disuelta, ha venido recuperando su protagonismo. La presidencia pro témpore que le corresponde al gobierno colombiano se ha mostrado preocupada y, en consecuencia, encendió las alarmas en contra de la avanzada militar. El lunes de esta semana, el grupo convocó a reunión urgente para tratar el tema, al que asistieron más de una veintena de  cancilleres.

La convocatoria proponía defender a América Latina como una zona de paz. Aunque seguramente no hubo consenso total, el  hecho de posicionar al grupo con una estrategia distinta a la confrontación armada envía señal a Washington: Latinoamérica ya no es la  misma y ahora cuenta con órganos deliberativos que no respaldarán de manera automática ninguna acción bélica.

Especial interés copan Colombia y Brasil, como países que comparten amplia frontera con Venezuela. Ambos distan de las derechas radicales que, durante el primer mandato de Trump, abonaron el relato de un "gobierno paralelo", que finalmente fracasó. Hoy, esos territorios no serían potenciales plataformas de apoyo a un intento de invasión terrestre.

2) La neutralidad declarada de Países Bajos

El anuncio del Reino de Países Bajos de declararse "neutral" ante este conflicto tampoco pasa desapercibido. La importancia de esta nación en el Caribe es de primer orden, sobre todo para Venezuela.

La nación suramericana tiene una fachada marítima muy amplia, que la lleva a limitar al norte con Puerto Rico. Ese territorio, además, se proyecta hacia el mar Caribe, lo que permite un alejamiento de su frontera marítima norte en relación a sus costas territoriales.

El territorio insular más lejano con el que cuenta Venezuela es Isla de Aves, ubicado a 660 kilómetros al norte de tierra firme. Sin embargo, los límites marítimos del país se aproximan a sus costas occidentales por la existencia de Aruba, Curazao y Bonaire, que pertenecen Países Bajos y están escasos 60 kilómetros de las costas venezolanas.

Por tanto, si EE.UU. pudiera usar los puertos o el mar bajo jurisdicción de Países Bajos, estaría muy cerca del territorio venezolano.

La semana pasada, la noticia que avivó más las expectativas de inminentes acciones militares fue la declaración del primer ministro de Curazao, Gilmar Pisas, quien informó que arribaría a la isla el buque destructor estadounidense USS Jason Dunhan, lo que catalizaría el inicio del asedio contra Caracas.

Al día siguiente, el funcionario tuvo que desdecirse sobre el supuesto arribo. Lo más inesperado fue que el ministro de Defensa de Países Bajos, Ruben Brekelmans, declaró la neutralidad de su gobierno ante el conflicto. De mantener esta posición, el país europeo le quita a EE.UU una buena parte del margen de maniobra  en las cercanías. 

Este "paso atrás" del primer ministro curazoleño significó varias cosas. Primero, que no hay consenso en los  mismos aliados de EE.UU. de emprender un operativo de esta naturaleza o  algún tipo de intervención bélica en la zona. Y eso es clave. Además, la "pisada en falso" profundiza el desánimo de la oposición radical al gobierno de Venezuela, que cifra todo su entusiasmo en una hipotética acción militar de Washington.

Para estos sectores, así como ha ocurrido en varias oportunidades anteriores en las que piden intervenciones extranjeras, la postura de Países Bajos significa una decepción y acrecienta la incredulidad en las fuerzas radicales de derecha que son quienes podrían movilizarse para abrir flancos internos.

3) Oposición débil

La oposición venezolana atraviesa su peor momento. A diferencia de los  años 2017 o 2019, cuando poseía cierto margen de maniobra en la Asamblea Nacional (AN), en 2025 la situación es crítica: el escaso número de alcaldes y gobernadores obtenidos en los últimos comicios se suman a las fricciones entre el endeble liderazgo.

Además, toda la performance intervencionista de EE.UU., en un 'remake' de la Doctrina Monroe, permite que los distintos grupos de izquierda, progresistas y nacionalistas de Venezuela se cohesionen en torno a la  defensa del país y en contra de una injerencia extranjera.

De hecho, incluso sectores, partidos y líderes de oposición "moderada" se han declarado contrarios a la posible irrupción de un componente militar estadounidense en suelo venezolano, lo que divide aún más a la derecha  local y erosiona a sus caras visibles.

4) El petróleo fluye hacia EE.UU.

Hay un cuarto punto que podría ser uno de los más importantes: la resistencia a una intervención militar no se ubica solo en Venezuela o en América Latina, sino que se presenta en forma de disputa interna en las entrañas de EE.UU.

En la actualidad existe un importante sector petrolero estadounidense que ha reiniciado la exportación de crudo desde Venezuela. Por ese motivo, un ataque de cualquier tipo podría generar inestabilidad en el flujo de combustible hacia EE.UU.

En paralelo, la profundización de las fricciones podría conducir a la suspensión de la licencia a Chevron para que comercialice petróleo venezolano, lo que perjudicaría los intereses privados de la poderosa empresa petrolera y de los 'lobbies' en Texas, que además perderían dinero invertido o dejarían de obtener ganancias. Hablamos de actores que tienen un peso importante en el financiamiento de campañas electorales.

Así las cosas, nadie duda del poder militar inmenso que está trasladando EE.UU. hacia el Caribe sur y que podría multiplicarse para enseñar los dientes en una región cada vez menos alineada a Washington. Tampoco se puede ignorar el apoyo que pueda cosechar Trump en América Latina o en otros países del mundo para llevar a cabo sus peligrosas amenazas. 

Sin embargo, la ofensiva planteada, tal como se conoce, también cuenta con importantes puntos de resistencia que no hay que perder de vista a la hora de evaluar su factibilidad en dos escenarios: el inicio o la prolongación de un conflicto militar.

Venezuela, por su parte, tampoco está sola. El país ha cosechado numerosas alianzas y tiene una influencia innegable en la región. Una hipotética confrontación con Caracas podría terminar convirtiéndose en un peso fastidioso en la política doméstica estadounidense, que el año que viene tendrá elecciones de medio término.

Desde mi perspectiva, la flota militar que envío EE.UU. al Caribe no navega cómoda y directo hacia Caracas. Aunque cuenta con un arsenal que podría hacer mucho daño, no posee, por ahora, los puntos de apoyo mínimos como para lograr con éxito  sus propósitos en un tiempo perentorio.