Estructurada en tres episodios autónomos, la nueva película del autor de 'Dead Man' y 'Paterson' cuenta con un reparto liderado por Adam Driver, Cate Blanchett, Tom Waits, Vicky Krieps, Charlotte Rampling y Mayim Bialik.
Por Manu Yáñez
Para Fotogramas
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Jim Jarmusch no es un recién llegado al mundo de las películas episódicas. Allá por 1989, el cineasta de Ohio estrenó ‘Mystery Train’, un tríptico de pequeñas historias hiladas por un escenario común, la ciudad de Memphis. Luego, dos años después, Jarmusch repitió la jugada en ‘Noche en la tierra’, que ampliaba su radio de acción a una escala global para meterse en cinco taxis situados, en plena noche, en cinco grandes ciudades: Los Angeles, Nueva York, París, Roma y Helsinki. También podría sumarse a este delicioso combo de comedias dramáticas episódicas la película de 2003 ‘Coffee and Cigarettes’, que reunía un conjunto de cortos sobre parejas charlando frente a una taza de café que Jarmusch llevaba dirigiendo desde 1986. Y así llegamos hasta el presente, en el que el director de ‘Dead Man’ nos regala la magistral ‘Father Mother Sister Brother’, un nuevo tríptico, de nuevo de alcance internacional y esta vez centrado en el complejo universo de las relaciones familiares.
Jim Jarmusch es uno de esos cineastas que han sabido forjar un sello distintivo que los acompaña desde sus primeras obras. Todos sus personajes comparten un halo taciturno, una cierta tendencia al mutismo (si no están interpretados por Roberto Benigni) y, en un buen número de casos, una inclinación a la rebeldía y la excentricidad. Además, sus películas suelen prolongarse gracias a la proliferación de deliciosos tiempos muertos en los que los personajes comparten, a la luz del silencio, momentos de enigmática y reveladora intimidad. Todos estos rasgos, que conectan a Jarmusch con cineastas como Jean Vigo, Jean-Pierre Melville o Aki Kaurismäki, reaparecen en ‘Father Mother Sister Brother’, que se distancia puntualmente del modelo itinerante y el aura bohemia característicos del autor de ‘Extraños en el paraíso’ para explorar con gran serenidad y sabiduría los claroscuros familiares y los entornos domésticos.
Para cumplir esta misión, Jarmusch echa mano de otro de sus principales referentes: el cine del japonés Yasujirō Ozu, quien diseccionó el misterio de la vida familiar en unos dramas y comedias que hacían del minimalismo, la quietud y la bonhomía sus principales señas de identidad. Así, en los tres capítulos de ‘Father Mother Sister Brother’, como ya ocurría en ‘Paterson’, Jamusch reivindica el espíritu estoico de Ozu, así como su capacidad de hallar la belleza en lo cotidiano. Con esta operación, más humana que puramente cinéfila, el autor de ‘Down by Law’ nos regala su mejor película en mucho tiempo, una obra serena y punzante que reniega del frenesí contemporáneo para meditar sobre el transcurso del tiempo.
Los tres episodios de ‘Father Mother Sister Brother’ comienzan de la misma forma, con dos hermanos (o hermanas) que van de camino hacia la casa de alguno de sus progenitores. En el memorable primer capítulo, ambientado en Nueva Jersey y titulado ‘Father’, Adam Driver y Mayim Bialik comparten coche en dirección a la casa de su padre, un Tom Waits que, para la ocasión, se disfraza de hombre común de la América pueblerina, una criatura distante y a la vez entrañable, que pasa penurias económicas mientras luce un Rolex en su muñeca, aunque él afirma que se trata de una imitación china, marca Fugazi (un guiño melómano). Luego, en la segunda sección, situada en un barrio residencial de Dublín y titulada ‘Mother’, Cate Blanchett y Vicky Krieps van cada una por su cuenta a la casa de su madre, una dama burguesa, autora de best sellers, a la que encarna Charlotte Rampling. Las tres mujeres, bien avenidas pero algo distanciadas, se reúnen, como cada año (pero solo una vez al año) para cumplir con el ritual de tomar un té con pastas a media tarde. Y, finalmente, como la guinda del pastel, llega ‘Sister Brother’, en la que una pareja de hermanos gemelos afroamericanos y afincados en París (Indya Moore y Luka Sabbat) visita la casa de sus padres, fallecidos en un accidente de avión.
Del retrato sensible e irónico de una familia yanqui aparentemente convencional al ácido retablo de las costumbres británicas, llegando a un emocionantísimo memento mori parisino, que es a su vez una oda al amor fraternal, ‘Father Mother Sister Brother’ es puro cine de poesía, colmado de estampas bucólicas, himnos cosmopolitas y personajes van por la vida dándolo todo (si entendemos que ese “todo” que podemos dar tiene mucho que ver con el “todo” que nos dieron nuestros padres y madres). En ocasiones, ‘Father Mother Sister Brother’ –un título que debe recitarse como un poema– invita a la media sonrisa cómplice con los personajes; otras veces, como cuando acompaña a los hermanos por el piso ya vaciado de sus padres muertos, la película es tan bella y melancólica que dan ganas de llorar de pura felicidad.
Pero más allá de la emoción, ‘Father Mother Sister Brother’ contiene más de una lección sobre las posibilidades de la escritura cinematográfica. No es ningún secreto que a Jarmusch le gusta trastocar el esquema clásico de presentación-nudo-desenlace (aunque los finales de sus historias suelen ser geniales), y en su nueva gema fílmica el autor se emplea a fondo en la construcción de heterodoxos dispositivos narrativos y visuales. Cabe destacar, por ejemplo, el modo en el que el director de ‘Flores rotas’ utiliza las repeticiones con ligeras variaciones. En los tres episodios del film, hay comentarios sobre los signos del zodíaco, el placer de beber agua, nuestra manía general de hacer listas (un mal cinéfilo) y sobre las coincidencias en el color de la vestimenta de los personajes. Un conjunto de rimas que enriquecen el placer de escuchar los brillantes diálogos, pronunciados con una dicción ejemplar por el impecable grupo de actores. Y, como siempre en Jarmusch, hay momentos para la música, esta vez también minimalista, aunque la banda sonora eleva su impacto sentimental para acoger la voz de Nico cantando el tema These Days de Jackson Browne.
En fin, no es habitual que tantas cosas hermosas confluyan en una película tan aparentemente simple, un film con forma de haiku pensado para amortiguar durante 110 minutos (y el resto de nuestras vidas) el estado de desolación al que la realidad parece empujarnos.
Para quedarse a vivir en ella.