Rara avis que se aleja de un estilo de peripecia de/en vacaciones costumbrista para abrazar el gótico bizarro para espectadores de 2 a 90 años.
Por Fausto Fernández
Para Fotogramas
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‘Los Muértimer’, estrenada en España en un verano especialmente dominado por las películas de corte infantil, familiar y para todos los públicos, la Santísima Trinidad del éxito comercial en nuestro cine, acaba resultando tan clásica como rara avis dentro del panorama actual. Clásica porque apela a una larga tradición, de ‘Los Cinco’, de Enid Blyton, a ‘Alfred Hitchcock y Los Tres Investigadores’, de (en sus mejores libros) Robert Arthur, con su pandilla heterogénea de chicas y chicos viviendo una gran aventura de corte criminal o de intriga, en incruenta clave; misterios a resolver mientras, sin que se den cuenta de ello, aprenden a descifrar los misterios de la vida, de madurar y encaminarse hacia ese territorio extraño que es la edad adulta. Rara avis porque se aleja de un estilo de peripecia de/en vacaciones costumbrista y realista para abrazar, con especialmente tino en su ambientación, guión y dirección, el gótico bizarro, y para espectadores de 2 a 90 años, de Tim Burton y todos aquellos autores (de Terence Fisher a Mario Bava) que han hecho de Burton el mayor y mejor niño grande embajador del fantástico y del terror, la puerta fascinante y adictiva de un panteón donde entrar merced a ‘Beetlejuice’ o la teleserie ‘Merlina’.
Como si una de las mejores películas de José María Forqué, ‘Vacaciones para Ivette’ (también una chica francesa de intercambio; también una ciudad, Madrid allí, Barakaldo y el cementerio aquí, redescubierta con otros ojos), adoptara el tono de un film de la británica Hammer, o de las producciones AIP de Roger Corman reinventando a Edgar Allan Poe (ojo a un, como siempre espléndido, Víctor Clavijo en modo Vincent Price), ‘Los Muértimer' saluda a la infancia y a la adolescencia, a esos momentos inolvidables en nuestras vidas en que hacemos los primeros y más inolvidables amigos, desde una trama macabra y un patio de recreo que está lleno de tumbas, panteones y cadáveres.
La película de Álvaro Fernández Armero no hace caso del ‘No profanar el sueño de los muertos’ pero sí de los mecanismos narrativos del fantaterror, de Jorge Grau a León Klimowsky, los cuales replica con especial gracia sin olvidar nunca que entre ladrones de sepulcros, joyas malditas y lápidas premonitorias se pasean con la solidaria urgencia de los niños ante una última aventura sus jóvenes protagonistas. Y sin perder jamás el humor, un humor ligeramente oscuro, el de las añoradas viñetas de Alfonso Figueras en el Vampus y el Rufus.
‘Los Muértimer' rellena otras viñetas, las de los tres álbumes escritos y dibujados primorosamente, y con una utilización del color (o el no color) totalmente fantastique, por Léa Mazé con el movimiento de una búsqueda del tesoro decimonónica en pleno siglo XXI.
Y es que ‘Los Muértimer’ termina mostrando su quizás verdadero rostro, al menos para quien esto escribe, cuando los misterios se resuelven y las piezas encajan: ser un hermoso, luminoso y tan divertido como una réplica de Peter Cushing, relato sobre el umbral del fin de la infancia narrado como la gran aventura definitiva. Ser, además de los cómics de Léa Mazé, las novelas de Enid Blyton y ‘La torre de los siete jorobados’ según Álvaro Fernández Armero y Álex de la Iglesia, una obra maestra, dirigida por Fritz Lang, que adoro, con un pozo (y un diamante) que no deja de estar presente aquí: ‘Los contrabandistas de Moonfleet’.
Clásica rara avis, por descontado que sí.