"Un país con buena gente pero con pésimos políticos". Un 53% define así a la Argentina. Opositores y oficialistas comparten estrategias y prácticas que la gente condena.
Por Silvia Fesquet
Para Clarin
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“Un país con buena gente pero con pésimos políticos”. Para el 53% de los consultados, es la frase que mejor representa a la Argentina. Fue apenas superada por “Un país que da vueltas siempre sobre los mismos problemas”. Ambas definiciones reconocen un aire de familia.
El trabajo que las recoge es el Termómetro Psicosocial y Económico realizado por el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires a fines de junio.
Es un llamado de atención a la clase política, más allá de partidos, alianzas o fórmulas. Y queda muy claro en el mencionado informe, que recoge el promedio de las respuestas, pero las clasifica después según a quiénes hayan votado los encuestados en el balotaje presidencial de 2023.
El 69% de quienes le dieron el voto entonces a Javier Milei cree que se trata de un país con buena gente y pésimos políticos, frente al 42% de los que se inclinaron por Sergio Massa, mientras que el 46% de los que eligieron a Milei en noviembre de 2023 considera que la Argentina da vuelta siempre sobre los mismos problemas, creencia que es compartida por el 63% de los que votaron en esa fecha al peronismo. Un total de 49% considera que la dirigencia política en general es uno de los principales problemas que tiene hoy el país y un 48% señala, ante la misma pregunta, a “la casta política, sindical y empresarial”.
Las respuestas recogidas señalan lo mismo que el altísimo ausentismo electoral comprobado en todas las elecciones realizadas este año; ausentismo que llegó a niveles récord. ¿Y cuál fue la respuesta de la clase política a ese contundente mensaje de la ciudadanía? Seguir profundizando en sus vicios, donde oficialismo y oposición se dan fraternalmente la mano.
Allí están las candidaturas testimoniales, esas en las que se presentan candidatos que no piensan asumir el cargo para el que serán votados, un sistema que consagró Néstor Kirchner en 2009 y al que se han sumado este año varios intendentes bonaerenses que encabezarán listas en las legislativas del 7 de septiembre pero seguirán al frente de sus municipios. El propio Carlos Bianco, mano derecha del gobernador Axel Kicillof, bendijo la maniobra. “Se ha hecho miles de veces y lo hicimos de frente a la gente”, dijo, sin ponerse colorado.
Hay varias vertientes dentro de la “testimonialidad”. Por caso, el ex tenista Diego Hartfield ganó una banca por La Libertad Avanza hace dos meses como legislador provincial en Misiones. Pero ahora se presenta como primer diputado de esa fuerza a nivel nacional. De ganar, no asumirá entonces el cargo para el que lo votaron el 8 de junio.
El ingenio criollo no descansa: se barajó incluso la posibilidad de que legisladores con dos años aún de mandato por delante, -es decir, hasta 2027-, renunciaran, de modo de poder presentarse en estas elecciones y conformar así listas más competitivas. De todo en la viña del Señor...
Imposible olvidar en este racconto el tema de las alianzas. Como en otros órdenes de la vida, a veces la cuestión no es tanto el “qué” si no el “cómo”. A veces la desesperación por el poder, o por un lugarcito bajo el calor que proyecta, lleva a algunos políticos a situaciones que rayan con el ridículo, o que despiertan algo así como vergüenza ajena, como la foto de los ¿ex? PRO embutidos en buzos violeta en una esquina de La Matanza. O compitiendo con declaraciones cada vez más altisonantes, tratando de ganar el favor del jefe. La vieja cuestión de la fe de los conversos.
En la nube de palabras espontáneas en el trabajo del Observatorio, Esperanza es, por amplio margen, la más mencionada al describir el estado de ánimo hoy. Ojalá tomen nota y hagan algo para no defraudarla, los unos y los otros.