Los duros cruces del Presidente con su vice, Victoria Villarruel, en una disputa personal que no parece tener mucho sentido político, muestran a un Milei siempre enojado y listo para el insulto que comienza a saturar.
Por Pablo Vaca
Para Clarín
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Sin sutilezas. Si hay pelea, se apunta a la cabeza, a que duela. No se trata de rivales sino de enemigos. Y nada importa que algo los haya unido en el pasado. Es el estilo libertario, consecuente con su política de jugar a todo o nada. E último episodio lo demuestra quizás con más claridad que nunca: los cruces entre Javier Milei y sus huestes con la vicepresidenta Victoria Villarruel resultaron casi pornográficos por su impudicia.
Porque no hay novedad alguna en un enfrentamiento entre un presidente y su vice, pero el actual resalta, primero, por su virulencia.
Dicen quienes conocen la intimidad del oficialismo que la relación entre Milei y Villarruel está descompuesta desde antes de las elecciones que los llevaron a manejar el Poder Ejecutivo en 2023. Que Milei y su entorno más cercano vieron u oyeron algo sobre la vice que les resultó imperdonable. Para siempre.
Por ahora, la versión continúa en categoría de rumor.
Lo cierto es que de entrada la corrieron de la toma de decisiones y le negaron representantes en el Gabinete. Pero mantuvieron las formas, especialmente del lado de Villarruel, quien evitó responder cualquier provocación.
La riña escaló sin retorno el 25 de Mayo pasado, cuando Milei evitó saludarla en el Tedeum de la Catedral porteña, destrato que también alcanzó al jefe de Gobierno de la Ciudad, Jorge Macri.
Y llegó a su punto máximo la semana pasada, cuando la vice finalmente afiló las garras y tiró con todo, harta de que la tildaran de traidora por la derrota sufrida por el oficialismo en el Senado.
Villarruel no dudó en golpear bajo. “El tema es que un jubilado no puede esperar y un discapacitado menos. Que ahorre en viajes y en la SIDE y listo", publicó en sus redes a propósito de las leyes aprobadas por la oposición y cuyo veto anunció Milei.
Es un argumento que toca temas sensibles, más allá que un gasto es incomparable al otro. Los vínculos del oficialismo con el mundo del espionaje son tan turbios como los que han tenido todos sus predecesores de la casta. Y según publicó La Nación en base a reportes de la Jefatura de Gabinete, Milei lleva gastados al menos 3,6 millones de dólares en sus 24 viajes al exterior, de los cuales varios fueron privados (y en aviones privados) pero pagados por el Estado.
La vice llamó al Presidente maleducado por no saludarla y la recriminó que no le hable, lo acusó de vivir aislado y de meter familiares en el Gobierno.
La respuesta no se hizo esperar. Para resumir, Milei republicó posteos donde, por ejemplo, se tildaba a la vice de demagoga, bruta, traidora y populista, aunque al menos se abstuvo de replicar los calificativos de uno de sus trolls, quien escribió que Villarruel era “enferma de la cabeza”, “lesbiana” y “kirchnerista/montonera”. En fin.
Pero la inquina de este Presidente contra su segunda tiene otra gran particularidad: no hacía falta. Nadie se la pidió. No hace a los principios de su Gobierno. Podrá responder a cuestiones que él conoce en la intimidad, pero políticamente no parece tener el menor sentido. Los tímidos coqueteos de la vice con su proyección como dirigente independiente de Milei no justifican tanta artillería pesada, definitivamente.
Al contrario, la pelea refuerza una imagen de Milei que comienza a saturar, según algunos estudios de opinión pública: la del Presidente siempre enojado, desbordado, insultador serial indiscriminado. Que se la agarra hasta con los propios. Un recurso que ayudó a llevarlo a la Rosada. Pero que podría terminar jugándole en contra a fuerza de repeticiones.