La actriz protagoniza Long Bright River, la nueva serie de Max en la que interpreta a una policía que persigue a un asesino serial en el barrio más golpeado de Filadelfia. Entre la maternidad, la adicción y los vínculos familiares, Seyfried encuentra un rol que la aleja de sus papeles más conocidos.
A punto de cumplir 40 años, Amanda Seyfried se muestra más segura y selectiva que nunca. Lejos quedó la joven actriz de Chicas pesadas (2004) o las comedias musicales como Mamma Mia!, que marcaron sus primeros años en la industria. Hoy, con más de dos décadas de carrera, la actriz vuelve al streaming como protagonista y productora ejecutiva de Long Bright River, una serie que combina drama social, suspenso policial y tragedia íntima.
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Basada en el libro homónimo de Liz Moore, la historia sigue a Mickey, una madre soltera y oficial de policía que investiga una serie de crímenes en Kensington, un barrio real de Filadelfia conocido por su alto índice de adicciones. La desaparición de su hermana adicta convierte el caso en una búsqueda personal, donde se cruzan la violencia estructural, los vínculos familiares y el dolor comunitario.
"Sentí que era el mejor momento para interpretar a alguien que hace su trabajo con respeto por los demás", dice Seyfried, quien fue convencida por la guionista Nikki Toscano (Hunters, The Offer) para encarar este personaje complejo y emocionalmente exigente.
Las comparaciones con Mare of Easttown no tardaron en llegar: ambas series comparten clima social, escenarios marginales y protagonistas femeninas fuertes. Pero Long Bright River apuesta por el foco emocional: el misterio se enreda con la tensión entre hermanas. “Lo que hizo única la novela fue esa historia de amor fraternal envuelta en una trama criminal”, destaca Toscano.
El regreso con propósito
Seyfried vive hoy en una granja en las montañas de Catskill junto a su esposo, el actor Thomas Sadoski, y sus hijos. Confiesa que le cuesta alejarse de su familia, y que sólo acepta proyectos que realmente la motiven. “¿Para qué hacer televisión si no podemos aprender de lo que le pasa a los demás?”, se pregunta.
Amanda Seyfried
Tras brillar en The Dropout —serie con la que ganó el Emmy y el Globo de Oro por su interpretación de Elizabeth Holmes, la fundadora de Theranos—, Seyfried pareció encontrar una nueva madurez actoral: personajes reales, complejos, a menudo incómodos. Ya lo había demostrado en Mank (2020), con su retrato de Marion Davies, y antes en Lovelace (2013), donde encarnó a la actriz porno Linda Lovelace desde una mirada crítica.
Amanda Seyfried
“Creo que la verdadera confianza como actriz la adquirí recién ahora”, afirma. “Ya no corro esa carrera. No me queda cartílago en las rodillas para ese recorrido”, bromea. Hoy elige personajes con más capas, menos previsibles, más cerca del riesgo que de la repetición.
Una carrera que se reinventa
Aunque sigue recibiendo propuestas para volver al musical, incluso una posible tercera entrega de Mamma Mia!, Seyfried prefiere esperar. “Me ofrecieron un proyecto enorme, con mucho dinero, pero era lo mismo de siempre. Y no quiero alejarme de mi familia por algo que ya hice cuando tenía 20 o 30 años.”
Long Bright River representa para Seyfried algo más que un nuevo rol: es la oportunidad de hablar de temas urgentes —la crisis de opioides, la desigualdad, el abandono— a través de una historia de mujeres. Y de demostrar que el crecimiento, en el cine como en la vida, también puede venir de la mano del compromiso.