El Festival de Cannes presenta en su Sección Oficial Fuera de Competición "Highest 2 Lowest", un remake de "El infierno del odio" de Akira Kurosawa protagonizado por Denzel Washington.
Por Manu Yáñez
Para Fotogramas
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Desde sus títulos de crédito iniciales, ‘Highest 2 Lowest’, lo nuevo de Spike Lee, se presenta como una efusiva carta de amor a la ciudad de Nueva York. Al son de ‘Oh, What a Beautiful Mornin’ –la mítica canción introductoria del musical ‘Oklahoma!’–, el cineasta de Brooklyn compone un dinámico collage de planos aéreos de Manhattan, que aparece ribeteado por unos créditos en color naranja, un homenaje, como no, a los New York Knicks. Queda claro que Lee quiere pasarlo bien, y este espíritu festivo se propaga por más de dos horas de metraje, en las que cabe de todo: homenajes cinéfilos, música puertorriqueña, vertiginosas escenas de acción, interpretaciones de altura y una mirada crítica al mundo contemporáneo.
El punto de partida es la relectura de la película japonesa de 1963 ‘El infierno del odio’, en la que Akira Kurosawa diseccionó, con aliento ‘noir’, la ambición y el coraje desmedidos del capo de una gran empresa de zapatos. Decidido a llevar la historia a su terreno, Lee convierte el personaje al que dio vida Toshirô Mifune en una vaca sagrada de la industria discográfica interpretado por Denzel Washington, que se reencuentra con el cineasta de Brooklyn años después de ‘Mo’ Better Blues’ y ‘Malcolm X’. Alguien podría pensar que la estrella de Hollywood y el rey del indie se han reunido nuevamente para hacer un puro divertimento, con el que sacar rédito de su estatus legendario. Sin embargo, ‘Highest 2 Lowest’ no es solo un thriller psicológico-policiaco con buena música, interpretaciones carismáticas y mucho mojovisual, sino que la película alberga en su interior una sentida celebración de la integridad artística. Así, Lee se rebela contra una cultura de la fama y unas recetas algorítmicas pueden hacer perder el norte a los jóvenes creadores. Si el mensaje de ‘Highest 2 Lowest’ pudiese sintetizarse con un lema pegadizo, de esos que tanto gustan a Lee, podría ser: “¡Viva el arte, abajo el contenido!”.
La trama de ‘Highest 2 Lowest’ orbita en torno a la figura de David King (Denzel Washington), a quien conocemos cuando está moviendo hilos financieros para recuperar el control de su empresa, Stackin’ Hits Records. Pero todo se tuerce cuando recibe la noticia del secuestro de su hijo. A partir de ahí, la enrevesada trama del film original (que estaba basado en una novela del escritor neoyorkino Ed McBain) va encontrando su resonancia contemporánea en un Nueva York que, pese a los envites de Donald Trump, sigue vibrando como la cuna del multiculturalismo. Por si hubiese alguna duda acerca del posicionamiento de Lee, un poster de la campaña electoral de Kamala Harris decora la habitación del hijo de King, aunque los guiños de la película no apuntan solo al ámbito de la política. Cuando la policía se muestra inoperante y el personaje de Washington se lanza a investigar por su cuenta, debe llamar a la puerta del apartamento A24 de un edificio de la Gran Manzana (A24 es la compañía productora del film, la nueva reina del cotarro indie).
Más allá de sus juguetones guiños, hay que reconocer que ‘Highest 2 Lowest’ trabaja en un registro singular, algo artificioso en su espíritu vintage. Los personajes hablan como estrellas y el drama se escribe con letras en mayúsculas, una apuesta de riesgo que se sostiene gracias a la lógica interna del film, dominada por la sombra de William Shakespeare. En su retrato de un rey al borde del abismo (recordemos que el protagonista se apellida King), Lee aprovecha el aura shakespeariana del original (Kurosawa adaptó al Bardo de Avon en ‘Trono de sangre’ y ‘Ran’), mientras que Washington parece estar todavía en el set de rodaje de ‘La tragedia de Macbeth’ de Joel Coen.
Pese al torrente de referencias pretéritas, ‘Highest 2 Lowest’ vibra al son de la contemporaneidad. El laberinto de dilemas éticos y morales que debe sortear el personaje de Washington aparece minado por factores como la cultura de la cancelación, la volatilidad del mercado de tendencias y la persistencia de los prejuicios de clase y raza. Además, cuando llega el momento de la verdad, Lee despliega todo su arsenal escénico –de la estética del videoclip a unos duelos tan prolongados como los del spaghetti western– para elaborar una contundente crítica a la búsqueda del éxito instantáneo. El director de ‘Haz lo que debas’ y ‘La última hora’ sabe que un verdadero logro creativo solo puede surgir cuando se combinan el reconocimiento de los legados artísticos, el cuidado de las materias primas (imágenes, sonidos y/o palabras) y el deseo irrefrenable de expresar algo personal, único, incorruptible.
Para amantes del cine de género con acento político.