La escocesa Lynne Ramsay presenta en la Competición Oficial del Festival de Cannes una adaptación de la novela "Matate amor" de la escritora argentina Ariana Harwicz.
Por Manu Yáñez
Para Fotogramas
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Lynne Ramsay es una de las directoras de cabecera del Festival de Cannes. La mayoría de sus películas, de ‘Morvern Callar’ a ‘En realidad, nunca estuviste aquí’, han aportado altas dosis de visceralidad y riesgo a diferentes secciones del certamen galo, que ahora presenta en su Competición Oficial ‘Die My Love’, la adaptación que parido la cineasta escocesa de la novela ‘Matate amor’ de la argentina Ariana Harwicz. Fiel a su estilo fragmentario y elíptico, Ramsay ofrece en ‘Die My Love’ una aproximación eminentemente sensorial a la vida de Grace, una joven escritora (Jennifer Lawrence) que se traslada de Nueva York a la América rural para vivir con su novio, Jackson (Robert Pattinson), en una casa abandonada. En un principio, este cambio de aires permite a la pareja experimentar una sensación de libertad extática, marcada por el ardor sexual y la pasión melómana. Sin embargo, este romance idílico se verá trastocado por el embarazo de Grace y el nacimiento de un bebé que modificará por completo los equilibrios familiares. Por un lado, Jackson adoptará un extraño rol patriarcal, marcado por el celibato y la ausencia, mientras que Grace se precipitará a un estado depresivo, arraigado en una profunda insatisfacción sexual.
En su cuestionamiento de una lectura idealizada de la maternidad, ‘Die My Love’ dialoga con películas recientes como la española ‘Salve María’ de Mar Coll o la estadounidense ‘Nightbitch’, en la que Amy Adams experimentaba, desde el encierro maternal, un regreso a un primitivismo salvaje. En ‘Die My Love’, Lawrence se pasea por el interior de su casa, y por los alrededores, arrastrándose sobre sus cuatro extremidades, adoptando un animalismo que puede leerse como una huida de la prisión familiar. Como en todas sus películas, Ramsay demuestra un interés particular por la cara más irracional de la naturaleza humana, lo que conduce la obra hacia una poesía sórdida, alejada de la narrativa tradicional. Después de amamantar a su bebé y pasearse por su casa con un pecho al aire, Grace (Lawrence) se acerca a unos lienzos inacabados y, mientras las observa, unas gotas de su leche materna caen sobre las manchas de pintura negra. La combinación de sustancias líquidas da lugar a una representación del cosmos en la que resuena el desconcierto existencial de la protagonista. Así, entre las fugas líricas y el retrato impresionista del abandono de Grace –que camina como un alma en pena por la América rural empujando el carrito de su bebé–, ‘Die My Love’ medita sobre la oscuridad que reside, agazapada, en los contornos de la experiencia materna.
Finalmente, resulta imposible evaluar ‘Die My Love’ sin atender a la interpretación kamikaze de Jennifer Lawrence, que se desnuda en cuerpo y alma para hacer creíble la tormentosa caída a los infiernos de su personaje. En la película, Lawrence ríe histéricamente, llora desesperada, se entrega al frenesí bailado, se hunde en la melancolía, muestra su cuerpo sin pudor y perfila una endiablada montaña rusa emocional. Sorprende la similitud entre las infernales odiseas maternas encarnadas por Lawrence en ‘Madre!’ de Darren Aranofski y ‘Die My Love’. En ambas películas, dominadas por un subjetivismo alucinado, la estrella de Hollywood se convierte en el emblema de una maternidad resquebrajada por el abandono y las exigencias patriarcales, una feminidad que, en su búsqueda de emancipación, se encamina temerariamente hacia el abismo de la locura.
Para fans del cine más visceral y sensorial.