Julia Ducournau divide a la crítica hasta convertirse en la gran polémica del Festival hasta ahora. Con "Alpha", la directora de "Titane" aspira a llevarse su segunda Palma de Oro de Cannes 2025.
Por Manu Yáñez
Para Fotogramas
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Si los cuerpos han sido siempre el eje vertebral del discurso fílmico de la francesa Julia Ducournau –ganadora de la Palma de Oro de Cannes con ‘Titane’–, en ‘Alpha’, el curso de las imágenes y su significado se concentran en la piel de los personajes, al menos en su tramo inicial. En la primera escena, vemos a Alpha, la protagonista, a la edad de cinco años (Ambrine Trigo Ouaked), resiguiendo con un rotulador gigante las pústulas que se amontonan sobre el antebrazo de su tío, un adicto a la heroína (Tahar Rahim, en su mejor papel desde ‘Un profeta’).
Tras esta primera imagen de impacto –la especialidad de Ducournau–, la siguiente escena nos lleva hasta la adolescencia de Alpha (Mélissa Boros, un descubrimiento), que a los trece años yace inconsciente, en una fiesta bañada en alcohol, mientras le hacen un tatuaje con la letra “A”. Estas dos escenas perfilan los tiempos históricos sobre los que pivota la trama de ‘Alpha’, entre principios de la década de 1980, cuando estalló la epidemia de SIDA, y 1990, cuando la herida abierta por aquel virus aún supuraba con intensidad. De esta manera, Ducournau explora cuestiones como la adicción, la enfermedad y la pérdida, y lo hace golpeando violentamente la sensibilidad del espectador. De hecho, las dos escenas descritas al inicio de este párrafo contienen un buen número de planos detalle de heridas infectadas y de agujas que hurgan bruscamente en la piel humana.
Familia de origen norteafricano, cuestión de clase
Ducournau es una de las cineastas más inteligentes del panorama actual, y consciente de las expectativas generadas tras el éxito de ‘Titane’, apuesta en ‘Alpha’ por el misterio y la alegoría. Así, mientras ‘Titane’ sorprendía al espectador desde sus primeros compases, mostrando, por ejemplo, la fusión sexual entre el cuerpo de una mujer y la carrocería de un coche, ‘Alpha’ se construye a fuego más lento, sustituyendo la acumulación lineal de episodios salvajes por una estructura dialéctica, de ida y vuelta, entre los dos tiempos del relato. Así es como el espectador, y la propia Alpha, irán descubriendo la profundidad del trauma que engendró aquella epidemia, que hizo aflorar el lastre de la homofobia y que sumió al mundo en un estado de alarma (factores a los que Ducournau añade la cuestión de clase y el tema de la inmigración norteafricana en Francia).
En el colegio, Alpha es víctima de la paranoia cuando sus compañeros de clase identifican su brazo ensangrentado, por culpa del brutal tatuaje, como un posible foco de infección. Por momentos, parece que ‘Alpha’ se convertirá en un homenaje a ‘Carrie’ de Brian de Palma, con su relectura del cine teen en clave de terror hemoglobínico, pero poco a poco la película va transitando, como ya ocurría con ‘Titane’, hacia el melodrama intimista, claustrofóbico. De hecho, es en la habitación de Alpha y en la estancia de un hotel cochambroso donde transcurrirán las escenas capitales del film, concebidas como duelos a tres bandas entre la adolescente, su tío drogadicto y una madre (Golshifteh Farahani) que debe lidiar con terrores del pasado y el presente.
‘Alpha’ confirma a Ducournau como una cineasta explosiva y astuta. Su capacidad para incomodar al espectador con sacudidas sensoriales de todo tipo es abrumadora, y en ese sentido su nueva película peca de un cierto exceso de efectismo tanto en el amontonamiento de escenas alteradas, gritadas, como en un trabajo sonoro que convierte el menor ruido en un martilleo acústico. Sobre este tratamiento de shock estético –alimentado también por el empleo atronador de temas de Nick Cave, Tame Impala o Beethoven–, Ducournau construye un nuevo ejercicio de body horror, esta vez menos metálico y tecnológico, que a su vez esconde un ejercicio de prestidigitación narrativa (en Cannes, a la salida de la proyección de prensa, abundaban los corrillos que intentaban descifrar las claves ocultas de un relato lleno de espejismos y medias verdades).
Por último, cabría preguntarse por la utilidad de la cara más epatante del cine de Ducournau, que en ocasiones acaba asordinando un mensaje de fondo de acento marcadamente humanista. Y es que, más allá de sus aullidos visuales, ‘Alpha’ brilla como una meditación sobre los límites de la empatía. Como ya ocurría en ‘Titane’, se trata de ver hasta dónde somos capaces de aceptar la fragilidad y vulnerabilidad de un ser querido. ¿Cuán comprensivos seremos cuando la fatalidad se asome a nuestra ventana? Bajo su traje de vampiresa, Ducournau oculta el espíritu de una buena samaritana.
Para fans de los espejismos narrativos y las alegorías salvajes.