Opinión y Actualidad

León XIV: no inferir a partir de muestras pequeñas

Difícilmente, entrevistando a otros agustinos o a expertos en cuestiones vaticanas, se encuentren pistas de lo que hará.

15/05/2025

Por Juan Carlos de Pablo
Para La Nación

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Miguel Ángel Almada me enseñó a tomar con pinzas las inferencias que se extraen de muestras pequeñas. Principio que ilustró con un ejemplo difícilmente mejorable. Un habitante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sale a la calle y ve pasar a un chino. Entonces afirma que CABA está poblada por chinos. Pero detrás del chino aparece un japonés y entonces el porteño corrige su inferencia, afirmando que en CABA la mitad de la población es china y la otra mitad japonesa.

Esto viene a cuento a propósito del interés periodístico por saber en qué va a consistir el Papado de Robert (“Bob”, naturalmente) Francis Prevost, un agustino de 69 años nacido en Estados Unidos, pero que pasó más de la mitad de su vida en un pequeño pueblo de Perú.

Interés entendible desde la lógica periodística, pero que difícilmente encuentre pistas concretas entrevistando a otros agustinos, a compañeros de la escuela secundaria o a expertos en cuestiones vaticanas.

Lo cual no quiere decir que no podamos hacer nada. El flamante Sumo Pontífice eligió ser llamado León XIV, lo cual automáticamente recordó a León XIII, quien en 1891 inauguró la denominada Doctrina Social de la Iglesia, publicando una Encíclica titulada “Rerum Novarun” (tiempos nuevos).

Recomiendo fervorosamente la lectura del citado documento, de fácil acceso por Internet. Con 32 páginas, a espacio simple, se trata de un escrito contundente. No tanto para aplicar en 2025 de manera literal, sino como documento histórico.

Algunas cuestiones nítidamente planteadas: 1) la defensa irrestricta de la propiedad privada; 2) la descalificación incondicional de todo tipo de “socialismo”, por ser contrario a la naturaleza humana (ejemplos: marchita la creatividad, ignora el esfuerzo, induce al totalitarismo, etc.); 3) el rol de organizaciones privadas intermedias, como mutuales, sindicatos, etc., pero con enormes limitaciones para no cercenar la libertad individual.

El período más lúgubre de la Revolución Industrial, que había comenzado en Inglaterra alrededor de 1770, ocurrió en la primera mitad del siglo XIX. Por lo cual, en 1891, el sentido de la Encíclica no era tanto denunciar las penurias del capitalismo, sino evitar la tentación de solucionar los problemas sociales por la vía socialista.

Vuelvo a León XIV: dejémoslo trabajar al hombre, colaboremos en lo posible y recién después hablamos.