La fundación del Mercado Común del Sur (Mercosur) en los años 90 representó para Suramérica y el resto de la región un faro de esperanza en torno a un ingreso más equilibrado a la globalización imperante, en momentos en que ese proceso era visto como una imposición comercial de EE.UU.
Por Ociel Alí López
Para RT
Casi a finales de siglo, en 1999, la perspectiva ante la firma de un acuerdo marco para el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Mercosur y la Unión Europea (UE) abrió la posibilidad de una ventana para el desarrollo interregional, fuera de la tutela de Washington. Este TLC se proyectaba como un motor de bienestar para ambos bloques.
Entre otros intercambios, la idea era que Europa pudiera vender productos industriales a 300 millones de personas de Suramérica, mientras que Mercosur tenía la posibilidad de exportar rubros agrícolas a más de 400 millones de europeos. En el papel, ambas regiones le veían 'el queso a la tostada' con la ecuación.
Sin embargo, el tiempo no acompañó las ambiciones. Mercosur nunca llegó a tener la fuerza que esperaba y, dos décadas después, el TLC con la UE todavía no se ha firmado y sigue latente su aprobación, que podría concretarse (o prorrogarse indefinidamente) después de la cita pautada para este jueves y viernes.
En los últimos meses, un conjunto de reuniones presidenciales han tratado de reanimar los mecanismos de cooperación, de cara a la cumbre que se celebra esta semana en Montevideo. En esta cita se intentará nuevamente reavivar la fortaleza del ente supranacional y la probable firma del TLC con la UE, posiblemente por una última vez.
Pero en la reunión presidencial cabe otra posibilidad: una ruptura interna en el Mercosur que corrobore su poca capacidad de maniobra para gestionar exitosamente el futuro de la organización. La posibilidad de flexibilizar los estatutos se presenta como una tercera opción que podría salvarle, aunque quede en estado catatónico.
Un libertario en Mercosur
Desde que asumió el poder, el presidente argentino, Javier Milei, ha amenazado al Mercosur. "Tal como está, no sirve a los intereses de los argentinos. Vamos a buscar acuerdos bilaterales que realmente potencien el comercio y la prosperidad", ha dicho.
Cuando el líder argentino dice "acuerdos bilaterales", la traducción es la siguiente: o se flexibilizan los estatutos o muere la organización. La sentencia está sobre la mesa porque los actuales estatutos niegan de plano la posibilidad de que algún Estado del Mercosur, de manera unilateral, firme tratados comerciales con otros países. Por ende, Milei pone en jaque al bloque justo antes de asumir su presidencia pro tempore.
Otro tanto ha hecho Uruguay, especialmente durante el mandato del presidente saliente, Luis Lacalle Pou, quien trabajó en la firma de un TLC con China (no concretado), lo que levantó bronca e indignación, especialmente en Argentina, durante el mandato del expresidente Alberto Fernández.
Milei asistirá a la cumbre por primera vez. A las otras reuniones había enviado a su canciller, en un gesto que intentaba restarle importancia a los encuentros. No obstante, en esta ocasión su presencia es clave, no solo porque va a recibir la presidencia del bloque, sino también porque en sus manos está la posibilidad de sellar o no el acuerdo con la UE.
También es la primera cumbre para el presidente electo de Uruguay, Yamandú Orsi, quien ya ha adelantado que será proclive a formalizar los acuerdos con la UE. Aparte de él, Lacalle y Milei, a la cita también asistirán el mandatario de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; el de Paraguay, Santiago Peña; y de Bolivia, Luis Arce.
Lula ha estado muy activo en su papel de revitalizador de las relaciones con Europa para lograr la firma del TLC, por lo que intentará cosechar lo que ha sembrado en sendas reuniones con el mandatario francés, Emmanuel Macron; la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; y otros líderes europeos y suramericanos.
Las relaciones de Lula con el inminente presidente pro tempore de Mercosur no son las más potables, algo que quedó en evidencia después de aquel frío saludo en Río de Janeiro, en la cumbre del G20. Esta semana, sin embargo, se verán las caras en el parque Rodó para constatar si se han limado las fricciones o si, por el contrario, se prevé un nuevo choque que pueda ahondar las fisuras internas de Mercosur, debido a sus posturas diametralmente opuestas.
Especial atención a esta reunión se pondrá en Europa, donde la firma del TLC tiene muchos actores a favor, pero también en contra. En esa línea, tanto la firma como la postergación de la misma pueden tener implicaciones que podrían llegar a ser graves.
Europa mira a Mercosur
Varios gobiernos de la UE, como España y Alemania, han intentado impulsar la firma del TLC con Mercosur, al igual que Von de Leyen. Sin embargo, existen férreas oposiciones en diversos sectores europeos.
Francia y Austria, por ejemplo, no desean que se firme el acuerdo y tienen razones de peso, más allá de las posturas políticas o ideológicas. En paralelo, campesinos, productores agrícolas y empresarios del ramo se han lanzado a las calles en varias de las naciones del bloque comunitario para oponerse al tratado, ya que consideran que implica una "competencia desleal" que podría arruinar la venta de sus cosechas, debido a las ventajas competitivas que tienen los países de Suramérica.
El lunes pasado, los campesinos alemanes cerraron vías fronterizas en protesta. En Polonia ha ocurrido algo similar. A mediados de noviembre, sindicatos y organizaciones campesinas tomaron Bruselas para protestar por la misma razón.
En ese contexto, es posible prever que esta cumbre de Mercosur no será como las anteriores. Ahora, el encuentro parece destinado al 'todo o nada': o los mecanismos internos del ente se suavizan para permitir que cada país realice sus acuerdos por su parte, lo que le restará fuerza; o se acuerda rubricar el TLC con Europa, que no estará exento de conflictos y complejidades.
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