Ingresamos en una era de “competivismo” en la que los países desarrollan atractivos y se acercan a sus complementarios mientras discriminan al resto.
Por Marcelo Elizondo
Para Clarín
Dice el diccionario que la palabra “complejo” refiere a algo compuesto por muy diferentes elementos. Y su etimología acude al latín “complecti”, que remite a abarcar y enlazar.
Pocas palabras son tan útiles para definir hoy la estructura de las relaciones económicas internacionales en el planeta. Por lo que resulta demasiado simplificador pretender encauzar un análisis usando categorías conocidas. ¿Proteccionismo, nueva guerra fría, multipolaridad?: no necesariamente.
Por un lado, la cantidad de medidas en frontera que obstruyen normales flujos de comercio aplicadas por diversos países trepó hasta las 3.200 en 2023 (en 2020 habían sido 1.800). Pero, en simultáneo, el comercio internacional aun crece en el planeta (según Organización Mundial de Comercio): en este 2024 un 2,7% y en 2025 un 3%.
Lo que se explica porque -según UNCTAD- en los últimos dos años el comercio internacional entre países geopolíticamente cercanos creció 6,1% mientras que entre países distantes decreció 5%, produciéndose un fraccionamiento que acerca países amigos y aleja a adversarios (se eleva el comercio entre Rusia y China y entre Estados Unidos y México; decrece entre Unión Europea y China y entre Estados Unidos y Rusia).
Aunque, a la vez, los adversarios (aun con sus diferencias) no dejan de comerciar en ciertos rubros (el comercio entre Estados Unidos y China ha decaído, pero se mantiene en unos 600.000 millones de dólares anuales). Y, a la vez, se observan sospechosos cambios en las relaciones entre unos, otros y terceros (tanto como que mientras crecen las exportaciones de China a México y Vietnam se incrementan las importaciones de Estados Unidos desde estos dos países; y mientras se incrementa el comercio de Rusia -sancionada- con países que la rodean -no sancionados- se elevan importaciones de éstos desde proveedores occidentales).
En realidad, las relaciones económicas internacionales son crecientemente más interempresariales y las grandes empresas mundiales (cada día más poderosas) intercambian entre sí, hoy, mucho más que los tradicionales bienes físicos objetados en frontera, porque incrementan el ya creciente intercambio de intangibles (un tercio de todo el comercio internacional ocurre intra-firma dentro de las multinacionales y otro tercio ocurre entre las multinacionales y sus proveedores y clientes).
Lo que, además, ocurre en medio de una división del mundo entre regiones crecientemente exigentes en estándares técnicos y de calidad y otras mucho menos requirentes en esa materia (dos modelos).
El stock de inversión extranjera directa en el planeta supera el récord de 46 billones de dólares, el comercio internacional mantiene el récord de 32 billones de dólares y la cotización de las empresas del S&P500 (a través de inversores de todo el planeta) alcanza récords día a día.
Pues ante un pronosticado “proteccionismo” del electo presidente Donald J. Trump podría entonces agregarse que los aranceles en frontera afectan a determinados bienes físicos pero hoy la globalización es más diversa.
Mas aun: la internacionalidad se compone de 10 flujos distintos según el (diferente para cada uno) contexto en el que ocurren: de commodities, de insumos físicos, de manufacturados convencionales, de bienes altamente tecnologizados, de servicios, de datos e información, de financiamiento hacia empresas, de inversión extranjera directa, de prestaciones y prácticas entre personas, y de migraciones y telemigraciones. Y, mientras los frenos al flujo económico transfronterizo aparecen en algunos rubros (geopolíticamente sensibles) no emergen con tanta fuerza en otros (intangibles, inversiones privadas o aun el comercio de ciertos commodities).
Mientras las empresas (cada vez más ágiles para deslocalizar, intangibilizar la creación de valor en transformadas redes transfronterizas productivas que ahora mutaron a ecosistemas de capital intelectual) se adaptan, una “neo-globalización” redefine el escenario de la economía supranacional hacia un sistema que elimina categorías tradicionales (ya no hay grandes distancias entre bienes y servicios, local y externo, primario y manufacturado; porque la economía mundial ha devenido en “borderless economy”). A propósito: el valor del mercado mundial de datos (formadores de big-data) se ha triplicado en los últimos 10 años.
En realidad, el mundo ha ingresado en un “competivismo” en el que los países desarrollan atractivos y se acercan a sus complementarios mientras discriminan al resto.
Así se explica que, mientras el electo presidente Trump amenaza con aranceles, a la vez anuncia reducción de costos con baja de impuestos, supresión de regulaciones y achicamiento del aparato público (dicho sea de paso, hoy EE.UU y la UE son economías en la que los mayores costos de ingreso aparecen por sus regulaciones y no por sus aranceles).
Y que -según UNCTAD-, en el último año, las medidas que favorecen el ingreso de inversión extranjera en el mundo triplican a las que lo obstruyen. Y que hoy el comercio internacional total (incluyendo bienes y servicios) se produce entre quienes se benefician de 0% de arancel en frontera porque se ha llegado al récord de 373 tratados regionales de comercio liberado (en los últimos 4 años se celebraron 70 nuevos), porque esos pactos -selectivos- (tradicionalmente conocidos como tratados de libre comercio) son más multidisciplinarios y permiten abordar muchas nuevas materias propias de esa globalización de diez flujos diferentes antes referidos.
El mundo nuevo, pues, es complejo. Difícil de categorizar. Quizá en marcha hacia un nuevo modelo, aun en formación.