El discurso del gobernador en el acto por el Día de la Lealtad podría marcar el rumbo de la pelea por el liderazgo del peronismo; Milei y el misterio chino.
Por Carlos Pagni
Para La Nación
17 de octubre. La fecha natal del peronismo encuentra a esa fuerza expuesta a una incógnita que, en su caso, siempre cobija un trauma: la incógnita por el liderazgo. Cristina Kirchner, que en distintas posiciones ha estado a cargo del timón en los últimos 21 años, debe convalidar esa jefatura. Le toca hacerlo en un contexto enrarecido. El peronismo acaba de experimentar una gran derrota y la responsabilidad de ella en ese fracaso apenas queda disimulada por la fallida experiencia administrativa de Alberto Fernández. La discusión se desarrolla en las vísperas de un pronunciamiento del máximo tribunal penal del país: la Cámara Federal de Casación prometió definirse, para el 13 de noviembre, convalidando la condena a 6 años de prisión que ya había emitido el Tribunal Oral Federal en la causa por la obra pública de Santa Cruz. El párrafo más significativo de ese fallo para la política nacional será otro: la prohibición a perpetuidad de ocupar cargos públicos. Es decir, de ser candidata. Una peculiaridad inesperada de este proceso es que el abanderado más relevante del cuestionamiento a la señora de Kirchner es alguien creado a su imagen y semejanza: Axel Kicillof. No sólo es una hechura de la expresidenta. Es también el gobernador de la provincia de Buenos Aires, es decir, alguien instalado en la fortaleza principal del kirchnerismo. En este duelo hay, por lo tanto, dos enigmas principales. Uno es el destino de Cristina Kirchner. El otro, la exacta dimensión de Kicillof como dirigente político.
El gobernador será hoy el único orador en una conmemoración de la fecha inaugural del peronismo que se realizará en el lugar de ese nacimiento: la calle Nueva York, en Berisso, desde donde marchó la columna más caudalosa de aquella movilización, organizada por el Sindicato de la Carne.
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Se prestará mucha atención a lo que diga. Porque ese discurso será, en buena medida, definitorio. Es la consecuencia de la entrevista de tres horas que Kicillof mantuvo anteayer con su ¿jefa?, en el departamento que ella ocupa en San José y Humberto I.
Ese encuentro fue preparado por el exintendente de Florencio Varela Julio Pereyra, quién durante años compuso con su colega de Ituzaingó, Alberto Descalzo, el entrañable dúo “La Tota y la Porota”. Duró tres horas. Allí se analizó la situación general. Y hubo reproches personales. La anfitriona respondió a algunas quejas del gobernador recordándole todo lo que hizo en favor de su carrera, incluso contra la opinión y los intereses de su propio hijo, Máximo. Como era previsible, le advirtió también, como si se tratara de otro hijo suyo, que se cuide de los consejos conflictivos de quienes lo rodean. No le hizo falta mencionar a Andrés “el Cuervo” Larroque.
Sin embargo, lo más relevante del encuentro fue una sutil indicación. Algo parecido a esto: “El futuro de esta relación queda en vos. Fijate lo que vas a decir el jueves”. Esa especie de “te voy a estar mirando” puede ser una tortura para Kicillof, alguien que, como Sergio Massa, Amado Boudou o Diego Bossio, solía sufrir un inmediato dolor de panza cada vez que la entonces Presidenta lo llamaba a su despacho. Por lo tanto, el gobernador tiene derecho a haber sufrido de insomnio durante dos noches calibrando cada palabra para hoy, en la calle Nueva York. Desvelos que suelen aparecer cuando se acerca el “Día de la Lealtad”.
Hubo indicios de que la conversación del martes fue insuficiente para despejar la tensión interna. Kicillof sostiene desde hace meses la candidatura de Ricardo Quintela a la dirección del partido. Ahora esa aspiración choca con la de la expresidenta. Contra lo que se había previsto, el riojano no estará en Berisso. Kicillof prefirió que la concentración se limite al peronismo bonaerense. ¿Hoy seguirá hostigando a Máximo, pero no a Cristina Kirchner? ¿Romperá también con ella? ¿Cómo quedaría la alianza con Quintela?
En las últimas horas, Quintela siguió haciendo campaña. Concurrió al Sindicato de Taxistas, para recibir el apoyo de su titular, el salteño José Ibarra, quien sigue llorando la ausencia del juez Norberto Oyarbide. Al encuentro asistieron dos hijos de Hugo Moyano: Facundo y Jerónimo. ¿Fueron los adelantados de un respaldo de los camioneros al rival de la señora de Kirchner? La única certeza es que esta competencia ya produce alineamientos en el mundo sindical.
La esgrima que se ha planteado es extrañísima. Nunca los peronistas llegaron a una confrontación electoral para definir la conducción partidaria. Quintela tuvo dificultades para completar los requisitos. Por ejemplo, conseguir el aval de cinco presidentes de distrito para su lista. Cuando lo había logrado, Oscar Parrilli convenció al neuquino Darío Martínez de que desistiera. Pero ayer esa deserción fue compensada: Jorge Capitanich endosó la candidatura del rival de la expresidenta. El excéntrico “Coqui” también avaló la lista de su antigua jefa. Se anticipó a los dos intendentes del conurbano que prometieron: “Si hay internas yo armo un comando de campaña para cada uno”. Maravillas peronistas.
El otro problema, de todos, es la plata. Juan Manuel Olmos, que es el presidente de la Junta Electoral, debería pedir a Guillermo Francos que le adelante 600 millones de pesos del Fondo Partidario Permanente del Ministerio del Interior para organizar la logística del combate. Además del pago a los fiscales, que profesan la verdad número 21 del General: “La víscera más sensible es el bolsillo”. Un desafío también para los apoderados de las listas, expertos consumados en este tipo de rituales: Teresa García, por la expresidenta; nada menos que Jorge Yoma, por Quintela.
¿Canciones nuevas?
Estas incomodidades operativas se superponen con otras mucho más consistentes. La más relevante es en nombre de qué consignas Kicillof se enfrenta a Cristina Kirchner. Que quien insinúa un movimiento de renovación sea alguien tan identificado con su liderazgo es, si se quiere, una fortaleza para ella. Kicillof podría justificar un enfrentamiento con Máximo Kirchner alegando una competencia por el control de la burocracia política. O de estilo en la concepción del poder. En definitiva: canciones nuevas o viejas. Pero, ¿en nombre de qué desafiará a la expresidenta? Un dirigente bonaerense que no lo quiere mal, razona: “Axel se dejó llevar por el ‘Cuervo’, que es un comecocos profesional, y se comió la curva. No imaginó que se iba a postular Cristina”.
La pregunta que cabe para el gobernador puede extenderse a muchos de sus impulsores. Los intendentes Julio Alak, Fernando Espinosa, Jorge Ferraresi, Fabián Cagliardi o Mario Secco, ¿lo alientan a una pelea con la señora de Kirchner o limitan su ataque a Máximo y La Cámpora? Es posible que Kicillof haya querido limitar el acto de hoy a una liturgia provincial para ajustar la mira hacia un solo blanco: el hijo, no la madre.
El diputado Kirchner preside el PJ bonaerense donde, dicho sea de paso, no se volvió a hablar de las internas convocadas para el 17 de noviembre. Si no se realizaran se estaría ante un caso ejemplar de control de la ansiedad, porque habían sido adelantadas. A lo Lorenzetti en la presidencia de la Corte, o Tapia en la de la AFA. Trivialidades. El verdadero interrogante es el siguiente: ¿Kicillof es el agente o sólo el vehículo de esta insubordinación a la líder del movimiento?
El póker de esta interna no debería inducir a errores. No hay que descartar que Cristina Kirchner considere apoyar a Kicillof en una carrera presidencial. Entre el rol de la líder y el rol de la madre, es posible que elija el primero. Ella misma lo confiesa ante sus íntimos: “Lo que Axel no advierte es que a mí ya me tocó postergarlo a Máximo en beneficio de él”. Máximo lo dijo con todas las letras y bastante sentido del humor en La Plata: “Se quejan del dedo de Cristina los que sacaron ventaja del dedo de Cristina. ¿Qué deberíamos decir nosotros?”.
Es una discusión importante porque remite a otra: si Kicillof fuera candidato a presidente en 2027, ¿sería alguien con poder propio o, tras las huellas de Alberto Fernández, aceptaría un vicariato? Es obvio que Cristina Kirchner imagina lo segundo. También por eso reclama la jefatura del partido. Además de otro factor de primera magnitud: es casi seguro que el próximo 13 la Cámara Federal de Casación Penal confirme la condena del tribunal oral y le prohíba de por vida volver a ocupar un cargo público. Padecería, por primera vez, una sentencia firme. Eso sí: no definitiva. La Corte, es decir, el tribunal contra el que ella promovió el juicio político, podría revertirla.
La derivación política de un pronunciamiento como ése es que la expresidenta no sólo no podría ser más candidata. Tampoco podría amenazar con serlo, algo que en materia electoral es decisivo. El poder de cualquier dirigente muchas veces se cifra en su capacidad para hacer creer que puede postularse y seleccionar a quién va a asociar a su lista. Esa virtualidad es disciplinaria. La señora de Kirchner está a punto de perderla. También por eso quiere ser la jefa del partido.
En el último mes apareció otro motivo de fragilidad, que no afecta sólo a ella: la adopción de la Boleta Única desacoplará las elecciones nacionales de las provinciales y municipales. Por lo tanto, quedará anulado el efecto de arrastre, y por lo tanto el poder de negociación, que los candidatos de la primera categoría suelen tener sobre los de las otras dos.
El otro peronismo
Estas alteraciones del orden conocido hasta ahora sirven de contorno para un estado de fragmentación que está afectando a toda la organización política. Como el Pro o el radicalismo, el PJ no escapa a esta tendencia. Sobre todo, el de la provincia de Buenos Aires. Fernando Gray, Gabriel Katopodis, Ariel Sujarchuk o Juan Zabaleta exploran una nueva agrupación que podría ser puesta al servicio del cordobesista Juan Schiaretti. Sin contar a Guillermo Moreno, que hoy realiza su propia conmemoración del 17 de Octubre en la plaza Juan Perón. Es posible que Cristina Kirchner también esté monitoreando ese discurso: la inquietan las afinidades de algunos peronistas de derecha con Victoria Villarruel.
El Gobierno estimula esta desarticulación del peronismo. No está tan claro, sin embargo, que aplauda las de otras agrupaciones. Por ejemplo, la relación con el Pro es motivo de debate interno. Javier Milei no se cansa de decir a Mauricio Macri que pretende una asociación, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. El jefe de Gabinete Francos sigue esa orientación. Entiende, con buena lógica, que sólo garantizando esa síntesis se puede esperar que el Pro salga en auxilio de la Casa Rosada en encrucijadas peligrosas. Hay una que se está aproximando: la reglamentación de los Decretos de Necesidad y Urgencia que limitaría muchísimo la capacidad del Presidente de asumir funciones del Congreso. Es la venganza de la casta, que podría esterilizar todavía más la capacidad de hacer reformas de la administración Milei. Hay algunos aspectos simpáticos en esta discusión. Por ejemplo, varios diputados opositores quieren hacer propio un proyecto elaborado por Patricia Bullrich, Fernando Iglesias y Silvana Giudici, para limitar la posibilidad de emitir ese tipo de decretos durante la gestión de Cristina Kirchner. Es verdad: eran “oltri tempi”, como diría la expresidenta. Bullrich e Iglesias integraban el bloque la Coalición Cívica. Giudici era radical. Ayer el oficialismo defendió la postergación de esta nueva ley, invitando a expertos a hablar ante la comisión. Entre otros, Bullrich.
Karina Milei y “el Mago” Santiago Caputo piensan otra estrategia. Auspician una confrontación con Pro y, sobre todo, con los Macri. La influencia de Bullrich es decisiva en esta forma de pensar la oferta electoral. Aun cuando en ese núcleo no todo sea armonía. Acaso Bullrich no calculó que, al acusar a Leopoldo Moreau de cobrar dinero de Alfredo Yabrán, irritaría al sigiloso Eduardo “Lule” Menem. Misterios noventistas. Moreau, por su lado, denunció ayer a Bullrich en los tribunales federales.
Más allá del anecdotario, la hermana del Presidente y su principal asesor especulan con ir con candidatos propios en la ciudad de Buenos Aires. ¿Bullrich querrá dejar el Ejecutivo para recluirse en el Senado? Por ahora la opción más probable es Manuel Adorni. Si La Libertad Avanza decide enfrentar a Pro en la Capital, es imposible imaginar un esquema de unidad en la provincia de Buenos Aires. A pesar de que es el distrito donde Milei tiene más dificultades. Allí el Gobierno postuló a José Luis Espert para encabezar la lista de diputados nacionales. Diego Santilli golpea la puerta: espera que le abran, aunque sea para ir a una primaria con Espert. “Diego está más cerca de nosotros que de Macri”, confesó ayer un libertario.
El alineamiento de Milei
La discusión electoral encuentra a un Gobierno cada vez más sensible frente a las exigencias de la gobernabilidad. La exhibición más notoria de este pragmatismo la ofreció Milei al explicar ante Susana Giménez su nueva visión del régimen chino. Ya no se trata de una maquinaria opresiva operada por asesinos comunistas, sino de una legión de pacíficos hombres de negocios que sólo esperan no ser molestados. Y, esto debe ser subrayado, “que ayuda sin poner condiciones”.
Antes que la audiencia de Susana fue el embajador de los Estados Unidos, Marc Stanley, quien se enteró de esa reconsideración. Fue al acompañar a un grupo de legisladores de su país a una entrevista con el Presidente. Al cabo de una larga manifestación de beneplácito por su orientación, que incluyó una advertencia sobre el “peligro chino”, Milei respondió: “Les agradezco los conceptos. Pero debo decirles que una noche visité al embajador de China por la renovación del swap de monedas entre nuestros bancos centrales. Y me lo resolvió al día siguiente. En cambio, desde que llegué al poder, estoy esperando la ayuda de los Estados Unidos en el Fondo Monetario Internacional, y hasta ahora no llegó”.
Los chinos impartieron una lección dolorosa. Pusieron al Gobierno al borde del abismo negándose a renovar el swap hasta el día de su vencimiento. Milei debió visitar al embajador Wang Wei, quien ha demostrado una llamativa habilidad y, sobre todo, cierto coraje para tomar riesgos delante de sus propios superiores en Pekín. Le salió bien. Es cierto que el Presidente tomó consciencia de que, si China lo dejaba caer en default, al día siguiente se derrumbaba también el acuerdo con el Fondo. Ahora los Milei preparan un viaje a esa tierra de gente que no quiere ser molestada. Primero irá Karina. Más tarde, el Presidente. ¿Cuándo? Después de la asunción del nuevo gobierno de los Estados Unidos. Milei quiere saber si llega su amigo Donald Trump y, en tal caso, hasta qué punto lo ayudará. Información indispensable para, tal vez, recalcular la política exterior.