El Gobierno se ilusiona con la posibilidad de que lleguen inversiones de punta. Pero ahogar al sistema científico y a las universidades no parece ser el mejor camino.
Por Ricardo Braginski
Para Clarín
Elon Musk recibió a Milei por tercera vez desde que es presidente, la semana pasada. Elon Musk volvió a decirle a Milei que tiene interés en invertir en la Argentina (aun no lo hizo). El gobierno de Milei se ilusiona con la posibilidad de que lleguen esas inversiones.
¿Todo esto sería posible sin la investigación y la experiencia en áreas claves que desarrolló la ciencia argentina?
Es difícil saberlo. Pero cuando Milei se presenta ante un líder mundial de la tecnología -como lo es Musk- no solo lleva detrás de sí el discurso anti regulación de cierta derecha extrema, que tanto le gusta escuchar al magnate sudafricano.
No solo está acercando un país con reservas de litio y otros minerales claves para las industrias de punta -como la de autos eléctricos o satélites- en las que invierte Musk.
Además, Milei llega como el representante de un país con una tradición en el desarrollo de conocimiento, con gran número de científicos y centros de investigación altamente capacitados. Con una economía del conocimiento pujante. Y todo esto basado en profesionales formados en instituciones reconocidas a nivel mundial, como la UBA y el Instituto Balseiro, entre otras.
Qué duda cabe que eso está en el radar de Musk, cuyas inversiones están vinculadas a disciplinas como la Inteligencia Artificial y Ciencias de la Computación (en el proyecto de conducción autónoma de Tesla); o a la Física (en SpaceX, SolarCity, Hyperloop y Starlink); o a la Ingeniería Aeroespacial (SpaceX, Starlink o Starship); y hasta en la Neurociencia (Neuralink); entre tantas otras áreas de del conocimiento.
La ciencia argentina está capacitada para nutrir ese tipo de proyectos globales. Y puede ser un imán para atraer inversiones. También es útil para impulsar el desarrollo nacional, en proyectos como Invap.
Por eso cuesta entender la insistencia del Gobierno nacional en ahogar presupuestariamente al sistema científico y a las universidades, con el fuerte ajuste en los institutos de ciencia de todo el país de este año y el previsto en el Presupuesto 2025, así como con el anunciado veto a la ley de financiamiento universitario.
El riesgo está a la vista: científicos jóvenes que se empiezan a ir del país (o planean hacerlo), buenos profesores que dejan las universidades públicas por sus bajos salarios, laboratorios sin insumos que se vacían.
¿Cuál es el plan en ciencia y educación superior del Gobierno nacional para adelante? Nadie lo sabe. No se ve más que ajuste y estigmatización. Lo que sí se conoce es que seguir así no es más que un tiro en el pie para la pretensión de atraer las inversiones de punta que representa Elon Musk.