Santiago del Estero, Jueves 28
Marzo de 2024
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Opinión y Actualidad

Ser bombero voluntario, un fierro caliente que muy pocos quieren agarrar

Diario Panorama visitó el cuartel de Santiago del Estero, Capital. Historias de vida que conmueven, anécdotas marcadas a fuego y todo lo que hay detrás de ayudar a los demás sin pedir nada a cambio.

Foto: Daniel Díaz / Diario Panorama (ARCHIVO)
02/06/2020

Publicada originalmente el 25 de agosto de 2019

- Por José Lobo -

Lunes, día no laborable por el feriado de San Martín. El cuartel de Bomberos Voluntarios de Santiago del Estero, Capital, está activo y alerta como siempre: las 24 horas, los 365 días del año. La frase pintada en el portón de entrada ya los define perfecto: “Nada nos obliga, solo el dolor de los demás”. Al costado, dos perros reposan dejándose acariciar por el manso sol de invierno. Cuatro y media de una tarde espléndida. En la cocina-comedor, un grupo de cinco bomberos nos espera reunido en la mesa. Mate listo. Se respira el clima de un hogar acogedor. Y así lo ven ellos: “somos una gran familia”, “esta es nuestra segunda casa”.

La idea es conocerlos; saber cómo hacen malabares con sus tiempos; comprender qué los llevó a calzarse ese –literalmente– pesadísimo traje sin recibir ni un centavo a cambio. Resignan incontables horas en las que podrían estar jugando con los hijos, besando a sus parejas o divirtiéndose con amigos. Arriesgan la vida, ven escenas dramáticas que a más de uno no lo dejarían pegar un ojo por noches enteras. Van a los lugares de los que todo el mundo huye. Todo sin recibir ningún tipo de remuneración. Entonces: ¿por qué?, ¿para qué?

“Me gusta el servicio, poder brindar algo a los demás. Si bien no nos dan nada de dinero, nuestra satisfacción es ayudar; que después de haber trabajado durante horas, vengan, te den una palmada y te digan ‘gracias’. Esa es nuestra recompensa”. La explicación del cabo primero Ángel Brandán es tan sencilla como conmovedora. Tiene 50 años y hace seis que es bombero. Vive en barrio Saint Germain con su esposa y dos hijos, y trabaja en Aguas de Santiago. Palabra respetada en el cuartel, su pasión por lo que hace le brota por los poros.

En acción: Ángel da las indicaciones ante de salir. (Daniel Díaz / Diario Panorama)
En acción: Ángel da las indicaciones antes de salir. (Daniel Díaz / Diario Panorama)

¿Se sienten héroes?

No, para nada. Simplemente es ayudar. Mucha gente no te entiende. Te preguntan "si no te pagan nada, ¿a qué vas?". O te dicen “vamos a jugar a la pelota, vamos a tal lado”. No, yo prefiero ir al cuartel. Aquí charlamos, nos reímos, nos enojamos. Es como una familia. Lo hacemos porque nos gusta capacitarnos, ejercitarnos, sentir la adrenalina de ir a un incendio o a un rescate. Salvar vidas y bienes es sentirse satisfecho.

¿Qué fue lo más duro que te tocó pasar?

Lo más feo es ver y sentirte mal cuando ya no se puede ayudar. Por ejemplo, una vez fuimos al Villa del Carmen a hacer un rescate, porque para eso nos llamaron en principio, pero de pronto nos dimos con que era otra cosa: esas personas habían muerto. (en febrero de 2017, Rodolfo Ferreyra asesinó a sus hijos de 4, 9, 11 y 12 años, luego mató a su ex mujer, Nancy Lastra, y prendió fuego la casa para suicidarse; murió horas después en el hospital; el brutal caso fue noticia nacional).

¿Cómo se supera algo así?

Recuerdo todo de esa noche. Todo. Pero trato de no pensar. Obviamente te pega, pero tenemos que seguir. Volver al cuartel, charlarlo y tratar de que se borre de nuestra mente para seguir con nuestro trabajo.

GUERRERAS INCANSABLES

Soledad Miranda es una de las cuatro mujeres (más 26 varones) que integran el cuerpo del “13 de Octubre”, como también se lo conoce. De gestos amables y voz calma, es dueña de una fortaleza descomunal, admirable. Tiene 42 años –trece en Bomberos- y es mamá de Santiago, de 20, y de unos gemelos, de 6, que mientras ella habla con Diario Panorama de a ratos juegan en el galpón y luego vuelven y se abrazan a su silla. Llevan puesta una campera azul que en la espalda reza “pequeño bombero”.

Inseparables: Soledad junto a sus gemelos Ariel y Adriel. (Daniel Díaz / Diario Panorama)
Inseparables: Soledad junto a sus gemelos Ariel y Adriel. (Daniel Díaz / Diario Panorama)

“Mis últimos dos hijos son unos nenes especiales. Uno tiene síndrome de Asperger y el otro es autista. No me fue para nada fácil afrontar esto”, cuenta la sargento, que vive en La Banda pero es del departamento Alberdi. (En pocas palabras, el Asperger y el Autismo afectan la capacidad de comunicarse y socializar; si bien tienen muchos puntos en común, el primero es un trastorno del espectro autista que suele ser menos grave).

Es madre soltera. De lunes a viernes, a las 7 de la mañana va con los gemelos al instituto de rehabilitación y tratamiento “Suyay”. Salen de ahí y, de 14 a 22, está con ellos en el cuartel. “Al comienzo estuve mal por no comprender el problema que tienen. Agradezco al instituto por la terapia que nos brindó y al cuartel, que desde el primer momento me abrió las puertas. Estar aquí también es una terapia para ellos”, confiesa Soledad, emocionada, y asegura: “Lo mejor que me pudo haber dado Dios son esos dos ángeles que tengo”.

Su hijo más grande también creció con los bomberos. Hoy es árbitro de la Liga Santiagueña de Fútbol y el año pasado se recibió de Auxiliar en Kinesiología. “Él siempre me apoya con ‘ese es tu sueño’ y está, ahí, al pie del cañón para acompañarme y ayudarme con los gemelos”, expresa.

Otra de las mujeres del equipo es Daniela Argañaraz (31). Está por cumplir un año en este cuartel. Sin embargo, a los 21 ya había estado en el de La Banda. “Después de dos años dejé por motivos personales y cuando pasó lo del incendio de la papelería Basbús (marzo de 2018) me dieron ganas de volver”, relata la joven.

Daniela:
Daniela: "Nos ayudamos todos. Hay que mantener el grupo unido". (Daniel Díaz / Diario Panorama)

Es madre de Martina Isabella, una hermosa niña de 3 años; docente de Artística en tres escuelas ubicadas a más de 100 kilómetros de la capital santiagueña, pasando Garza; y estudia el profesorado de Educación Física (terminó de cursar y le quedan unas materias por rendir). Y, como si todo eso fuera poco, también se dedica a animar fiestas infantiles. “No me canso, me gusta andar activa”, afirma. Una todoterreno. Vive en el barrio Colón con su hijita, sus hermanos y su mamá; la ayudan a criarla, al igual que el padre de la pequeña, que –entre otras cosas– la lleva al jardín y está con ella cuando Daniela se va a Bomberos.

¿Cómo es ser mujer en el cuartel?

Todos somos iguales. Yo también me ensucio, me lleno las manos de grasa, ando con tierra. Todos limpiamos, todos cocinamos. En la parte mecánica no me meto mucho porque no sé, pero si tengo que ayudar, ayudo. Llevamos el mismo equipo que los hombres: mismo chaquetón, mismo pantalón, casco, el tubo, todo por igual.

El uniforme que usan para los siniestros pesa 23 kilos y hasta el doble cuando se moja. Y si la situación se complica se carga en la espalda el equipo de oxígeno (15 kg.) y, en mano, la barreta (unos 7 kg.) para romper puertas, ventanas, lo que sea. En algunos casos el calor es insoportable. En un incendio pueden llegar a hacer 500 grados, cuenta Ángel. Incluso dice que, en temperaturas muy altas, se puede sentir “un crujir” en el traje, como que se quema. “Ahí hay que mojarse y hacer marcha atrás”, advierte.

PRESENTE Y FUTURO

Leonel Díaz (23) vive en el cuartel. Llegó hace cuatro años tras viajar 228 kilómetros desde El Mojón (departamento Pellegrini), cerca del límite con Salta y Tucumán. Dejó todo para venir a Santiago y estudiar –como Daniela– Educación Física. La plata no le alcanzaba para el alquiler, hasta que a un amigo suyo se le ocurrió algo. “Vamos a los bomberos, ellos nos van a ayudar con el estudio –me dijo–. Yo no sabía si ir a jugar a la pelota a algún club para que me den la pensión o venir acá. Hasta que me decidí por Bomberos”.

Serio, concentrado, respetuoso. Disciplina. Ese es Leonel. (Daniel Díaz / Diario Panorama)
Serio, concentrado, respetuoso. Disciplina. Ese es Leonel. (Daniel Díaz / Diario Panorama)

En Leonel la vocación de bombero voluntario se fue construyendo de a poco. Comenzó haciéndolo por pura necesidad y luego se convirtió en un estilo de vida del cual está orgulloso. “Aquí me inculcaron muchos valores, como el respeto por la autoridad y el compañerismo. Somos como una familia, pero grande”, reconoce. Este año se recibe. “Mi familia está orgullosa, he venido acá sin saber prácticamente nada”.

Imagino que esto, por más chico que seas, debe ser muy estresante.

Algunas veces me tocó salir a varias emergencias en un día o a la madrugada, y llega un momento en que te cansas física y mentalmente. Todos somos un equipo, hay que apoyarse uno a uno. Lo que te hace seguir y te da fuerzas es el apoyo de la familia, los amigos y el agradecimiento de las personas.

¿Se tiene miedo?

Sí, pero se convive con él. Lo bueno es que el miedo te mantiene alerta. A mí me ayudó mucho vivir cuatro años acá.

A los Bomberos Voluntarios se puede entrar a partir de los 12 años, como cadete. A los 17 ya está permitido hacer el curso de capacitación, que dura un año, y desde los18 se jura como bombero. El cuerpo de Santiago del Estero está en el parque Norte y su jefe y presidente es Fabián Brandán.

El último en hablar es Joaquín Vega. Con 19 años, es el más joven del plantel. Llegó a los 16. Vive en el barrio Ejército Argentino y está por terminar el secundario. “De chico siempre me llamaron la atención los camiones de bomberos, pero nunca pensé que iba a terminar siendo uno de ellos. Un día hubo un incendio en la casa de una vecina, vi cómo trabajaban, me llamó la atención, comencé a buscar información y me di con el cuartel”, describe sobre cómo le picó el bichito.

Joaquín, un agradecido de todo lo que aprendió (Daniel Díaz / Diario Panorama)
Joaquín, un agradecido de todo lo que aprendió (Daniel Díaz / Diario Panorama)

¿Tus viejos qué opinaban?

Ninguno sabía que había venido. Mi padre tuvo que firmar una autorización por ser menor de edad. Él quiso entrar aquí. Fuimos compañeros de clase un tiempo, pero se enfermó y no pudo seguir. Mi madre y mi abuela al comienzo no querían saber nada. Después perdieron un poco el miedo, igual hoy siguen viendo noticias de incendios y se asustan.

¿Una situación complicada donde la pasaste feo?

Una vez tuve miedo. Cuando empezaron a detonarse unas pistolas en una camioneta de la Policía que se estaba incendiando. La adrenalina te quita el miedo, pero también te puede perjudicar, llevarte a cometer errores.

¿Qué mensaje les dejarías a los jóvenes como vos?

Soy muy tímido, demoré en venir porque tenía miedo de hablar con gente que no conocía, pero aquí los chicos son muy piolas. Que vengan, seguro les va a gustar. No es solo apagar incendios. Además, por ejemplo, hacemos rescate vehicular, de animales, en altura. Aquí perdí el miedo a la altura. Ahora me están enseñando a nadar. No sabía nadar, tenía terror. Aprendes muchas cosas que te van a servir en el día a día, como los primeros auxilios.

En medio de la charla con Diario Panorama un llamado encendió la alarma. Saltaron de sus sillas y volaron hacia el vestuario. Se cambiaron en segundos, como los superhéroes, y subieron al camión. Había una pérdida de agua y gas en el Tradición Oeste. Los acompañamos. Al volver, media hora después, cuando ya nos despedíamos, sonó de nuevo el teléfono: un incendio forestal a la vera de la ruta 9. El fuego se prende y se apaga, una y otra vez.