A través de nanotecnología, investiga terapias contra el cáncer. Pero dice que con el subsidio que recibe su laboratorio no cubre ni un cuarto de lo que necesita.
“Para que un laboratorio como el mío pueda funcionar, se necesitan unos 15.000 dólares por año”. Al tipo de cambio de este martes, cuando la prestigiosa investigadora del Conicet Marina Simian ganaba medio millón de pesos en un programa de preguntas y respuestas de Telefé (“Quién quiere ser millonario”), esa cifra equivalía a 690.000 pesos. Ni siquiera dividida por cuatro iguala el ajustado subsidio que recibe el laboratorio que dirige la experta en el Instituto de Nanosistemas de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). El premio, dijo con satisfacción, le servirá para “salvar el año”.
Antes de este ratito de fama; antes, incluso, de que nacieran sus tres hijos; y antes, también, de convertirse en una renombrada científica abocada a la investigación de tratamientos para el cáncer (específicamente de mama), mediante el uso combinado de drogas tradicionales y nanotecnología, Simian era una prometedora alumna de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. En 1996 se recibió de licenciada en Ciencias Biológicas y después hizo lo que muchos estudiantes hacían en los años 90: se fue del país. Eligió hacer el doctorado en el Lawrence Berkeley National Laboratory de la Universidad de California. Y más tarde, también como hicieron muchos científicos argentinos, volvió.
¿Se imaginó que terminaría sentada en un quiz show para sumar un parche de dinero a su laboratorio? “No miro tele, la verdad. Pero buscaban mujeres y me postulé”, contó al programa de radio “¿Y ahora quién podrá ayudarnos?” (Radio Con Vos).
En su día a día en el Instituto de Nanosistemas de la UNSAM, Simian y su equipo diseñan órganos de laboratorio, algo que muy pocos hacen en el país. Los llaman “organoides”: son estructuras tridimensionales de células que se asemejan en arquitectura y función a los órganos reales. Los producen de distintos tipos (a partir de tumores y de células madre) y resultan esenciales para testear distintas drogas oncológicas