En pocas horas, grandes empresarios, personalidades y gente común aportaron 836 millones de euros para reparar el templo. Macron dijo que lo harán en ese lapso.
Son centenares de franceses y turistas, que llegan a través de los puentes, a mirar a Notre Dame tras el incendio, bajo un cielo gris. Avanzan por las avenidas en masa, por las callecitas de la Île Saint Louis, que, a pasos de la catedral, les da esa vista magnífica de la “vieja dama” de París herida por las llamas, pero no vencida.
Y de pronto, la ovación. Siete bomberos caminan hacia los restos del incendio en uniforme, con los cascos en su mano, y esa multitud los aplaude, en una comunión entre ellos y los nuevos héroes de Francia. Una ola de solidaridad conmueve al país entero y al mundo “el día después” en Francia. En apenas unas horas han conseguido 836 millones de euros para una reconstrucción que va a finalizar en cinco años. Una promesa del presidente Emmanuel Macron, que le habló a un país en duelo, al atardecer del martes.
“Nosotros somos un pueblo de constructores. Vamos a reconstruir. Sí, vamos a reconstruir la Catedral de Notre Dame más bella todavía. Y yo quiero que eso se consiga en cinco años. Nosotros podemos”, dijo el presidente, en su solemne discurso desde el Palacio del Eliseo.
Un día después de que comenzara el incendio y luego de que los bomberos consiguieron apagarlo en plena madrugada, el jefe de Estado les habló a todos los que están sumergidos en la tristeza por esta tragedia global.
“Francesas, franceses y todos ustedes, extranjeros que aman a Francia, quiero decirles que comparto vuestro dolor, pero que comparto también vuestra esperanza. Ahora nosotros tenemos que hacer. Nosotros actuaremos y nosotros podremos”, anunció, antes de despedirse con “Vive la Republique, Vive la France”.
Notre Dame es propiedad del Estado, como todas las catedrales anteriores al siglo XX en Francia. Es él su asegurador. Pero los benefactores que han actuado en estas primeras horas son los hombres más ricos del país. Los Pinault donaron 100 millones de dólares de su fondo de inversión inmediatamente. Arnault, dueño de Louis Vuitton, Dior y otros grandes negocios del lujo, duplicó con 200 millones de euros. L’Oreal y la familia Betancourt lo igualaron.
Total, la empresa petrolera, aportó 100 millones de dólares. Pero a ellos se suman los 50 millones de la alcaldía de París, de las regiones, de Apple, que aún no ha comunicado su cifra, y de miles de pequeños donantes, que contribuyen como pueden a la colecta nacional de la Fundación del Patrimonio, que llegó el martes a la noche a136 millones de euros. Tales cifras impresionan a los franceses, que nunca han tenido una buena relación con los millones: “¿Y si ayudan también a los pobres? Sería ideal aunque sea más discreto”, se preguntaba y respondía Arlette en el puente, mirando la catedral.
Un concierto para la reconstrucción será transmitido por la televisión francesa el sábado. Pero no son los millones sino el inmediato gesto de miles de personas, que vieron en esas llamaradas que consumían imparables a Notre Dame, que con ellas se estaba quemando “el alma de Francia”. La testigo de su historia y sus dolores, sus desencuentros, sus reconciliaciones, sus funerales y alegrías.
La “vieja dama” sigue en pie. En el amanecer del martes emergía a la luz del día como un espectro gris y gótico, que aun humeaba pero estaba firme en sus cimientos. Cuando las llamas la devoraban en la madrugada, nadie creía en esta imagen de resistencia, de histórica dignidad arquitectónica. La veían derrumbada al día siguiente, como un gigantesco vacío espiritual. Su techo había desaparecido. La caída de la “Fleche” había hundido dos arcos de la bóveda delante del altar, las dos torres habían sido salvadas y sus campanas, así como el 30% de sus tesoros. Pero la estructura resistió.
La gente comenzó a despertarse y llegar en masa porque impresionaba que se mantuviera firme, sin ser derrumbada por las infernales temperaturas del fuego, con los vitraux oscurecidos por el humo pero intactos, con sus rosetas quemadas, pero reconstruibles. Hasta el gallito al tope de “la fleche” fue encontrado por uno de los voluntarios de la Fundación del Patrimonio. Verla imponente y herida pero resistiendo forzaba a inclinarse delante de la Gran Dama.
Los católicos se arrodillaban y rezaban. Algunos musulmanes los imitaron. Los turistas chinos transmitían la escena en directo a Beijing. La gente seguía llegando pero en silencio, con sus teléfonos en la mano, para retratar el milagro de que siguiera en pie. La policía impedía el acceso al frente de la catedral por seguridad. De a ratos, los bomberos arrojaban chorros de agua sobre el techo, en el proceso de enfriamiento del monumental edificio.
Notre Dame mostraba que tiene tantas vidas desde el inicio de su construcción en el 1600. Hasta soportaría una reforma moderna, radical, para seguir siendo inconmovible testigo de la historia. Un incendio podría ser su nueva reencarnación para ser reconstruida en el siglo XXI. La de hoy no es la de 850 años atrás. Se fue transformando con el tiempo: con los reyes, con la Revolución que decapitó sus santos, con las guerras. Su eterno reciclamiento continuará ese proceso histórico. Coronación de Napoleón, funerales de los reyes y de François Mitterrand, casamientos y bautizos, en su vida acompañó los vaivenes de Francia y el mundo. Una catedral que escribe la historia.
“Los incendios son como las guerras. Sirven para descubrir y probar nuevas técnicas. Quizá sea el probable destino de la reconstrucción de la vieja dama”, explicó Jean Hubert, ex consejero del Consejo del Patrimonio, que supervisará su nueva vida.
“El incendio fue brutal. La ‘Fleche’ cayó hirviente sobre la bóveda de la catedral y la perforó en dos partes: primero cuando se quebró, luego cuando cayó la otra parte sobre otro de los arcos. Así el incendio entró en el interior de Notre Dame, cerca del altar, y las primeras filas de bancos. Aunque el gran problema será el agua. Es quien destruye y daña las obras de artes. Y lo que no se pudo rescatar son las grandes obras. Esas que medían 100 metros, como las que donaban anualmente los mejores obreros de Francia”, explicó.
Estará en riesgo la “cloture”, esa cerca que rodeaba la inmensa y gótica catedral, que contenía las imágenes de la vida de Cristo hechas en el siglo XIII y una boisserie del siglo XVIII. Pero en Francia hay restauradores calificados para esta reconstrucción titánica. “El problema es la disponibilidad porque están llenos de trabajo. Hay muchas catedrales e iglesias en mal estado”, explica Hubert.
Apoyada sobre la baranda que da al río, frente al rosetón ennegrecido de la catedral, Annie Charcuteleg, historiadora del arte, observa los daños del “alma de Francia”. “Yo no soy creyente pero estoy conmovida. Se han salvado la entrada de la catedral, sus tres puertas de la fachada oeste. Han conservado las vigas de las campanas porque si ellas se vencían, se caía todo”, precisó.
Los políticos han decidido frenar la campaña por las elecciones europeas, como señal de respeto al duelo de todo un pueblo.