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Cáncer de ovario: el enemigo silencioso

Se desata después de los 40, avanza rápido y es difícil de diagnosticar. Consejos de expertos y testimonios de las que salieron adelante.

27/05/2018

Es el quinto tipo de cáncer más común entre las mujeres, después del de mama, pulmón, colon y útero. Más del 50% de los casos se diagnostica pasada la menopausia, al despertarse los alertas físicos. Y cuando esto ocurre la enfermedad suele estar en una etapa avanzada. ¿Por qué? “No presenta síntomas tempranos o se trata de un malestar que se confunde con el de otras afecciones. Además, porque no se cuenta con buenas pruebas médicas para detectarlo”, explica el mastólogo Antonio Lorusso, director médico de Lalcec.

Entre las causas que pueden influir en su desarrollo están, obviamente, los antecedentes familiares. Que una hermana, madre o hija –parientes de primer grado– hayan padecido este tipo de tumor arroja una pista. También, haber tenido cáncer de mama. En este caso, sí o sí se recomienda hacer test genéticos para detectar si hay chances o no de que ocurran las famosas “mutaciones”, y así saber cómo proceder con la otra mama y con los ovarios.

Esto es importante por dos cosas: en la mama se puede hacer una detección precoz pero en los ovarios, no. Porque ellos son asiento de metástasis de un cáncer digestivo o de pecho. Por eso, en estos contextos, su extirpación es lo más conveniente. Si esto ocurre, la paciente deberá afrontar una menopausia precoz. Y, por supuesto, estos cuadro afectan su capacidad reproductiva… aunque no las chances de ser madres por diferentes vías más allá de la biológica.

De no existir antecedentes familiares ni tratamientos oncológicos previos hay otros factores de riesgo. Estos son no haber tenido hijos, primera menstruación temprana y menopausia tardía, obesidad, esterilidad y el efecto de los fármacos usados en la etapa menopáusica para la estimulación ovárica en tratamientos de más de un año de duración.

¿Cuáles son los síntomas?

Inflamación o sensación de presión en el abdomen, sangrado vaginal abundante e irregular, flujo transparente, blanco o manchado con sangre. También puede palparse un bulto en el área de la pelvis, tener problemas gastrointestinales, dificultad para comer y sensación rápida de saciedad, ganas de ir al baño a cada rato. O padecer molestias durante las relaciones sexuales y dolor de espalda frecuente.

Estas mujeres –sin historia clínica previa– ¿están protegidas con el control ginecológico anual? No. Porque ni siquiera en una ecografía transvaginal se puede llegar a ver el tumor. Tampoco salta en los análisis llamados “ensayo antígeno del cáncer”.

“No me siento enferma”, coindicen muchas pacientes que, quizá, viven con células cancerígenas desde hace años.

Los casos de diagnóstico precoz se cuentan con los dedos de una mano. Es un tipo de enfermedad bastante desconocida, quizá subestimada. Pero que puede ser letal. “El resultado de esta falta de diagnóstico es una mortalidad anual del 65%”, denuncia el médico de Lalcec.

"Tenía panza de embarazada"

Primero, al escuchar “cáncer”, Claudia sintió que no le quedaba nada por hacer. “Fui a una consulta porque tenía la panza hinchada y dura. El clínico me derivó a un oncólogo y a la semana ya estaba en el quirófano. Es decir, casi no tuve tiempo de pensar. Más allá del shock, me puse a disposición de los especialistas. Como no pudieron continuar con la operación como estaba previsto, debí empezar con una quimio. Después, de vuelta al quirófano. Y más quimio.”

Claudia reconoce con ternura que ante semejante tratamiento lo que más pesado le resultó durante todo el proceso fue el tema de perder el pelo y acostumbrarse a usar peluca. Su marido siempre le dijo que le quedaba hermosa. Sus hijos también.

“Pasaron tres años –retoma Claudia–. No estoy curada por completo pero me recuperé. Sigo con un tratamiento convencional y me hago controles periódicos. Empecé una terapia extra: ¡yoga! Me ayuda mucho, para el cuerpo y para la mente.”

Las pacientes que logran mantener bajo control este cáncer saben que, a la velocidad del rayo, todo el tiempo los laboratorios y los científicos están probando medicación y nuevas estrategias quirúrgicas para abordar casos como el suyo.

Saber oír la propia anatomía, leer sus señales y no colgarse con la visita a un médico fue también el salvavidas de Sara.

Ella empezó a despertarse de madrugada por un dolor en la parte superior del abdomen. Su médico le indicó hacer una ecografía pélvica y abdominal. El resultado dio que tenía cálculos renales –algo que ya sabía– y otro quiste, mucho más grande. “Un especialista en riñones sugirió extirparlo, por si fuera malo. Enseguida busqué a una ginecóloga oncóloga, me hicieron una histerectomía y sacaron el ovario derecho mediante un procedimiento laparoscópico, por suerte poco invasivo. Mis controles dan que está todo bien.”

Cerrar la puerta

“El cáncer de ovario es muy difícil de prevenir”, reconoce María Celeste Díaz, coordinadora de un área del Instituto Nacional del Cáncer que depende del Ministerio de Salud.

“Hoy ni siquiera existe evidencia que fundamente hacer estudios complementarios para ´tamizaje´, con el objetivo de detectarlo en fases tempranas”, agrega la especialista.

Hay un hábito clave para espantar el riesgo de padecer cáncer y es no fumar. Mientras, ¡al ADN no lo podemos esquivar! Y se sabe que el estilo de vida influye tanto como la herencia genética a la hora de preservar la buena salud. “Lo que vale, además, es aumentar los factores de protección –propone el mastólogo Lorusso–. Hacer ejercicio de forma regular, llevar una dieta baja en grasas y azúcares, rica en frutas y verduras y fibras. Esto es lo básico.”

Convivir con la sombra

La información sobre esta enfermedad comenzó a divulgarse con mayor intensidad cuando Angelina Jolie dio testimonio de su caso y abrió la polémica. Soberana sobre su cuerpo, decidió realizarse una mastectomía como método preventivo. Un análisis genético le dijo que las chances de enfermarse eran altas, por sus antecedentes. Esta decisión redujo en un 85% esa posibilidad.

Ante pronósticos como el de Angelina también hay medicinas puntuales que atacan la afección precancerosa y hasta evitan que se propague.

Los estudios médicos que permiten controlar el desarrollo de un cáncer de ovario van desde la ecografía hasta una biopsia. Entre todos los inventos que procuran convertir esta enfermedad grave en una dolencia crónica, la estrella es el test genético que logra que la incertidumbre de toda una vida se esfume en un mes. En ese tiempo está listo para retirar el sobre que dirá si ya se puede suspirar aliviada y organizar un fiestón o antes habrá que pedirle una ayudita a la ciencia para evitar daños mayores.

El nuevo "Big Killer"

Durante años la ciencia estuvo enfocada a los tumores más letales, los “big killers”: pulmón, mama, próstata. Hoy busca la forma de bajar la mortalidad del cáncer de ovario, que ronda el 65% a nivel mundial.

Las campañas sanitarias europeas apuestan al acceso gratuito y universal del test genético como forma de detección temprana de las mutaciones celulares que sugieren el desarrollo de esta enfermedad. Podrían hacerlo todas las mujeres mayores de 45, incluso las que no cuenten con antecedentes familiares.

Si el tumor se atiende en etapa inicial, la chance de volverlo crónico es del 90%. ¡Hablalo con tu ginecóloga! Consiste en un análisis de sangre, “prueba CA-125”.

Fuente: Daniela Ceccato para Elle, de Clarín