A los 26 años, se consagra como cantante pop y cumple con su mayor sueño. Lejos de la televisión, disfruta del éxito y descubre otra forma de amar junto a Santiago Mocorrea Roemmers, su primer novio fuera del espectáculo.
Lo mejor de todo lo que me pasa es que nunca necesité armar un personaje para caer bien. Soy auténtica. No soy la más linda, la más flaca, ni la más alta, pero me acepto y eso es lo que le gusta a la gente de mí”, sostiene Lali, que se consolida como una estrella con más de 10 millones de seguidores en sus redes sociales.
Entrenada en la fama, a los 10 años ya brillaba con luz propia en un elenco muy grande y supo desde temprano ganarse un lugar en Rincón de luz, la tira infantil creada por Cris Morena. Desde entonces, cada uno de sus papeles en la televisión fueron escalones de una carrera en ascenso que la catapultaron a nivel internacional. Decidida y tenaz, Lali Espósito (26) apostó por la música y el éxito volvió a darle la derecha: 16 mil personas la aplaudieron en los shows que dio en el Luna Park para presentar su disco Soy, se destacó en el último festival de Viña del Mar –fue reconocida con la Gaviota de Oro y Plata a la Mejor Artista–, y en junio de este año consiguió la estatuilla a la Mejor Artista Argentina en los MTV Millenial Awards. El 1 de diciembre lanzó un nuevo single, Tu novia, que rápidamente se apoderó de los rankings y el video superó el millón de reproducciones en menos de 48 horas.
Y además de conseguir tener la música de su lado, Lali y su corazón volvieron a sentir felicidad. Tras su mediática separación de Mariano Martínez, en marzo de 2016, un príncipe de bajo perfil recaló en su vida: el productor musical Santiago Mocorrea Roemmers (32), su novio oficial desde enero. “Es mi cable a tierra, lo más cotidiano y real, más allá de la familia, es mi novio… Sentarme a comer con él y que me cuente cosas de su día a día, correrme un momento de mí, es una salida hacia la verdad, hacia lo real”, cuenta sincera.
–Estás en un gran momento de tu carrera y con el corazón contento. ¿2017 fue tu año?
–Mi termómetro siempre tiene que ver con si estoy contenta o no. A veces conozco gente que tiene todo y sin embargo no es feliz. Y ver eso me lleva a pensar si mi felicidad es real. ¡Y sí! Hoy puedo decir que estoy muy feliz. Fue un año muy positivo.
–¿Relegaste la televisión a conciencia?
–Totalmente. Yo me guío por lo que me dan ganas de hacer. Me propusieron cosas lindas para la tele, pero nada que valga la pena dejar mi proyecto con la música. Hacer un personaje en televisión después de Esperanza mía no sé cuánto más me hubiera alimentado en lo artístico. En ese sentido, la televisión es confusa, es como una corriente que pareciera tenés que seguir; si no te quedás afuera. Si te fue bien un año, tenés que volver a hacerlo el año siguiente. ¿Y si no quiero? Esperanza mía fue un éxito, pero si hubiéramos hecho una segunda parte, qué hubiese sido de mí artísticamente: un embole. Podría haber ganado un montón de plata, pero por suerte, todavía no tengo hijos que alimentar ni colegios que pagar. Se ríe. A veces, la mirada y el éxito no son lo que vos en verdad querés.
–Majo, tu mamá, forma parte de tu equipo de producción.
–En realidad, no trabajo con mi mamá, sino que contrato a Majo porque es espectacular como productora. Si Majo no fuera buena en ese rol, sería solamente mi madre. Cuando me acompaña, lo hace desde ese lugar, no como mamá.
–¿Le decís mamá o Majo?
–Majo. Y a mi papá, Carlos. Fue siempre así, desde adolescente. Para mí es positivo sentir a mi familia cerca. Es lindo estar cansada y tener la palmada o la palabra de aliento de tu mamá. El abrazo de ella cuando salgo al escenario es particularmente tierno.
–Estuviste en los premios MTV en Londres… ¿Cómo viviste ese momento rodeada de figuras internacionales?
–El premio como Mejor Artista Argentina fue un gran voto de confianza para mí. Lo más loco de la noche fue tener a Bono sentado al lado. Cada tanto se me escapaba un ojo para espiarlo, pero no podía quedarme mirándolo todo el tiempo. Una trata de mantener la compostura porque si no, sos una desubicada. Hicimos eye contact y me dijo “¡Come on!”, como para alentarme. Son cosas que no podés creer.
–Siempre quedan sueños por cumplir...
–En realidad, cumplo mis sueños todo el tiempo porque por suerte me puedo dedicar a lo que siempre quise. En el último Luna Park lleno, me di cuenta de que lo estaba logrando: “Pucha, me está yendo bien”, pensé. Me hubiese gustado hacer algo con Michael Jackson, pero ya no está. Si me dejo volar, me coparía cantar con Beyoncé, una increíble power girl que canta y baila como nadie, con Bruno Mars, con Lady Gaga.
–Debutaste a los 10 años en Rincón de luz. ¿Qué te pasa cuando ves esas imágenes?
–Es extraño. Igual, en ese momento no era consciente de lo que eso significaba. Mi hermano tenía fútbol a la tarde y yo iba a actuar como si fuera una actividad más. De grande entendí que lo que hacía era un trabajo. Recién a los 13, en Chiquititas sin fin, empecé a entender que yo cobraba por lo que hacía.
–¿Terminaste el colegio secundario?
–Sí. A la mañana iba al colegio y a la tarde iba a grabar hasta las once de la noche. Terminé el secundario en tiempo y forma, pero fue duro. Tuve tres o cuatro años de la secundaria en los que no dormí, la pasaba mal. Llegaba a las once de la noche, comíamos todos juntos, me esperaban, y todos a dormir. Menos yo, que me quedaba estudiando porque al día siguiente tenía una prueba. Fueron años de mucha responsabilidad, pero sabía que si quería seguir haciendo lo que me gustaba, tenía que terminar el colegio. Para mis papás era lo más importante.
–Entonces tuviste una adolescencia muy distinta a la de tus amigos.
–Totalmente distinta. Me colocó en otro lado saber que yo aportaba a la economía en mi casa, pagaba algunas cosas y ayudaba a mis padres, que a veces estaban apretados con sus laburos. Eso me daba mucho orgullo. A los 18, pude comprarme mi auto y mi departamento. En una casa donde hacía falta el dinero, mis padres –sin decirme nunca nada–me habían ahorrado toda la plata. Valoré mucho esas compras porque entendí que a esa edad, lo que yo había logrado, no era habitual.
–¿Qué fue lo primero que te compraste con tu sueldo?
–Hoy lo pienso y me río. Tenía 11 años y moría por tener una lámpara de lava. Me acuerdo que me la compré con mi plata. Además, poder comprarles regalos a mis viejos era una sensación divina.
–¿Dejarías tu carrera por amor?
–No, nunca dejaría de lado lo que me desarrolla como mujer y como profesional por una pareja. Prefiero dejar esa opción para el día que sea madre y tal vez quiera quedarme en casa viendo crecer a mi hijo. Pero, sé que me costaría mucho porque soy una workaholic.
Esta vez, dice, es diferente. Si bien sus anteriores amores nacieron en la ficción –a Peter Lanzani lo conoció a los 14 años, mientras grababan Chiquititas sin fin; se enamoró de Benjamín Amadeo en Casi ángeles; y en 2014, comenzó su noviazgo con Mariano Martínez (38), su compañero en Esperanza mía– su historia con Santiago Mocorrea Roemmers surgió fuera de la pantalla chica, lejos de la lupa mediática. Fue durante un show de Ricky Martin en el que Lali había sido convocada como telonera. Entonces sólo hubo un saludo casual (“nada del otro mundo porque yo estaba de novia y con la cabeza puesta en otro lado”, recuerda), pero tres años después –cuando estaba recién separada de Mariano–, Santiago la invitó a salir y ella aceptó. “Tener un novio bajo perfil es una situación de mucha felicidad para mí”, dice con los ojos brillosos.
Oriundo de General Villegas, provincia de Buenos Aires, Mocorrea Roemmers nació en una familia muy rica (dueña de los laboratorios Roemmers) y de muy bajo perfil. Hizo sus estudios secundarios en el colegio St George’s y en 2002, se instaló en Estados Unidos para matricularse como productor musical en el Berklee College of Music de Boston. “Nunca me había pasado. Con mis anteriores relaciones teníamos un lenguaje en común, nos pasaban cosas parecidas en el día a día. Con Santiago, siempre hay algo nuevo”, dice.
–¿Qué cosas aprendiste de tus otras relaciones?
–Era otra chica cuando salía con Peter y otra mujer cuando estuve de novia con Benjamín. Cambié, muté, crecí. También aprendí mucho de mi relación con Mariano, la pasé muy bien con él, lo elegí, pero hoy Santiago es quien me quiere como soy. No hubiera podido salir con él cinco años atrás. Es increíble verme evolucionada. Antes, tal vez estaba más “ruidosa”. Hoy busco armonía y bienestar.
–¿La alta exposición jugó en contra en tu relación con Mariano?
–No. En su momento se dio así, no cambiaría nada de lo que pasó.
–¿Cómo están las cosas entre ustedes hoy?
–No hablamos, pero no me parece un problema. Hace poco me lo crucé a Peter y lo saludé y estuvo todo más que bien, con Benja también seguimos hablando. En cambio, con Mariano tenía otro tipo de relación que hoy elijo no continuar desde ningún lugar. Sé que fue papá, me alegro mucho por él, pero no lo llamé para felicitarlo porque prefiero cortar la relación totalmente. No es ni malo ni bueno, es así.
–¿Cómo fue la primera salida con Santiago?
––¡Mide 1,93! Imaginate. En la primera cita me impactó su altura. Se ríe. Pero me gustó al toque, si lo conocieran entenderían de qué hablo. Fue muy caballero. No es fácil salir con alguien que apenas conocés, pero Santi me dio confianza desde el principio. Yo estaba recién separada y a todo lugar al que iba me sacaban fotos. Así que el tema de salir con alguien que no era del medio y que pasara por esa situación, me daba un poco de miedo. Por suerte, él respetó mis tiempos, mis formas. Todo fue lento hasta que nos empezamos a ver todos los días.
–¿Qué te enamoró de él?
–Es muy humano, un chico común, cero problemático. Es muy buena persona y me encanta cómo encara cada cosa con tranquilidad. Yo tengo una vida muy acelerada y en él encontré cosas que me hacían bien. Además, es bueno, inteligente, simple, me respeta y me hace feliz… ¿Se nota que estoy enamorada?
–¿Cómo se lleva con la exposición?
–Por suerte, con el tiempo se relajó. Al principio los medios nos buscaban y preguntaban todo el tiempo si éramos novios y eso era incómodo para los dos. Ahora todo fluye con más naturalidad.
–¿Es celoso?
–Un poco. Nos celamos sin convertir eso en un problema. Entiendo sus celos porque conozco gente todo el tiempo, pero entiende que es mi trabajo, me conoció así.
–¿Conocés a su familia?
–Sí, son divinos. La primera comida con mis suegros tuvo la incomodidad normal. Él es hijo único, soy la novia del “nene”, pero me trataron superbien desde el principio. Mi suegra es una divina, hasta hablamos por WhatsApp. Cuando te enamorás de alguien, también te enamorás de aquellas personas que lo quieren y lo hicieron ser el hombre que es.
–Tenés una rutina muy exigente y poco tiempo libre. ¿Qué cosas comparten?
–Ninguno de los dos cocinamos mucho, pero si le tengo que hacer un plato, preparo unos fideos con cherries, brócolis y verduras salteadas en aceite de oliva. Nos gusta mirar series… A Santi le gusta mucho la vida al aire libre y cuando podemos, vamos juntos al campo de su familia. Le encantan la naturaleza, los perros… De hecho, él logró que no me diera miedo acariciar a un perro grande. La realidad es que yo soy bicho de ciudad: me subo al caballo con zapatos con plataformas y él me acepta como soy.
–¿Te gustaría casarte y tener hijos?
–No lo veo como algo cercano. Con Santi lo hablamos, él también quiere ser padre, pero por ahora no forma parte de nuestros planes inmediatos.